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ser humano trata siempre de darle una explicación coherente, razonable, explicable y predecible, pero siempre cuando ya ha tenido lugar. En este punto es donde entra la falacia narrativa y el yo narrador, y donde vamos a analizar la tesis y los argumentos que nos enseña el autor para demostrar efectiva- mente que es así como se produce.
Atribuimos nuestros éxitos a nuestras destrezas
y nuestros fracasos a sucesos externos que no controlamos, concretamente a la aleatoriedad
Somos muy malos haciendo predicciones. Mira- mos al futuro desde el pasado conocido y a partir de ahí proyectamos cómo será el futuro. Pero es impo- sible acertar. El mundo es más complejo de lo que nos imaginamos. Lo desconocido puede cambiarlo todo. Y de hecho lo cambia. La historia evoluciona gracias a imprevistos. ¿Quién se imaginaba que Donald Trump fuese presidente de Estados Unidos? ¿Que el Brexit fuese aprobado? ¿Quién podría pre- decir el 11-S? ¿Y la crisis financiera de 2008? Todos estos sucesos son cisnes negros.
Cuando un hecho de estas características su- cede al segundo tenemos ya una explicación. Los medios relacionan hechos con causas aunque no sean ciertas. Nassim nos pone el ejemplo de la captura de Sadam Husein: cierto día de diciembre de 2003, cuando fue capturado Sadam Husein, Bloomberg News lanzó el siguiente titular (pe- simista): “Suben los bonos del Tesoro de Estados Unidos; es posible que la captura de Husein no fre- ne el terrorismo”. Media hora más tarde, tuvieron que emitir otro titular (optimista): “Caen los bonos del Tesoro de Estados Unidos; la captura de Husein aumenta el atractivo de los activos de riesgo”. De modo que la misma captura (la causa) explica-
ba un suceso y su diametralmente opuesto. Es evidente que no puede ser, no se pueden vincular ambos hechos. Estamos ante un ejemplo del fenó- meno conocido como falacia narrativa.
Otro caso que nos cuenta el autor para com- prender el poder de la narración es fijarnos en
la siguiente afirmación: “El rey murió y la reina murió”. Comparémosla con esta: “El rey murió y, luego, la reina murió de pena”. Este ejercicio, ex- puesto por el novelista E. M. Forster, demuestra la distinción entre la mera sucesión de información y una trama. Pero observemos el problema que aquí se plantea: aunque en la segunda afirmación añadimos información, redujimos efectivamente la dimensión del total. La segunda frase es mucho más ligera y fácil de recordar. Como la podemos recordar con menos esfuerzo, también la podemos vender a los demás, es decir, comerciar mejor con ella como una idea empaquetada (se ajuste o no a la verdad la causa de la muerte de la reina). Esta es, en pocas palabras, la definición y función de una narración.
A las personas nos gustan las historias, nos gusta resumir y nos gusta simplificar, es decir, reducir
la dimensión de las cosas. La falacia narrativa que expone Nassim (en realidad puntualiza que debería ser ‘fraude’ narrativo, pero que prefiere llamarlo falacia para ser más educado) se asocia con nuestra vulnerabilidad como seres humanos a la inter- pretación exagerada y nuestra predilección por las historias compactas sobre las verdades desnudas, lo cual distorsiona gravemente nuestra representa- ción mental del mundo y es particularmente grave cuando se trata del suceso raro.
Cambiamos nuestro pasado continuamente
y construimos historias narrativas que sean coherentes con nuestras ideas, que no tienen porqué coincidir con la verdad
Cita también el autor a Daniel Kahneman acerca de su trabajo en referencia a cómo funciona nuestro cerebro con el sistema 1 (el lado emocional, impul- sivo y rápido) y el sistema 2 (racional, analítico y pensamiento sosegado). Está en nuestra esencia
32 | VILLA McLUHAN | WGO? 2018 NASSIM TALEB. EL CISNE NEGRO





















































































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