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como seres humanos juzgar hechos con el sistema 1 por defecto y darles coherencia y credibilidad. Es un instinto de supervivencia, pero no es el más certero.
La falacia narrativa se dirige a nuestra escasa capacidad de fijarnos en secuencias de hechos sin tejer una explicación o, lo que es igual, sin forzar un vínculo lógico. Las explicaciones atan los hechos. Hacen que se puedan recordar mucho mejor; ayu- dan a que tengan más sentido. Según Taleb, donde esta propensión puede errar con mayor frecuencia es cuando aumenta nuestra impresión de compren- der cosas que no entendemos en realidad y que son más complejas de lo que pensamos.
A las personas nos gustan las historias, nos gusta resumir y nos gusta simplificar, es decir, reducir la dimensión de las cosas
Esto no quiere decir que no podamos hablar de las causas: hay formas de escapar de la falacia narrati- va. ¿Qué nos propone el autor? Mediante conjeturas y experimentos, o haciendo predicciones que se puedan comprobar, podemos realizar experimen- tos de psicología cuyos resultados sean válidos en cualquier país.
Hay otra razón, aún más profunda, que explica nuestra inclinación a narrar, y no es psicológica, según Nassim. Tiene que ver con el efecto que
el orden produce en la reserva de información y en cualquier sistema de recuperación. El primer problema es que cuesta obtener la información. El segundo, es que también cuesta almacenar
la información. Cuanto más ordenada, menos aleatoria, más conforme a patrones y narrada sea una serie de palabras o símbolos, más fácil es almacenarla en la propia mente o volcarla en un libro para que algún día la puedan leer nuestros nietos.
Según la tesis del autor, tanto las iniciativas artísticas como científicas son producto de nues-
tra necesidad de reducir las dimensiones e impo- ner cierto orden en las cosas. Nassim nos propo- ne pensar en el mundo que nos rodea, lleno de billones de detalles. Si intentemos describirlo nos veremos tentados a entrelazar lo que digamos, una novela, una historia, un mito, un cuento, todos cumplen la misma función; nos ahorran
la complejidad del mundo y nos protegen de su aleatoriedad. Pero, en la mayoría de los casos, este ahorro conlleva una falacia narrativa.
La idea que Taleb nos quiere transmitir en este punto es que la narratividad y la causalidad es síntoma de la misma enfermedad: la reducción de la dimensión. Además, al igual que la causali- dad, la narratividad tiene una dimensión cro- nológica y conduce a la percepción del flujo del tiempo. La causalidad hace que el tiempo avance en un único sentido, y lo mismo hace la narrati- vidad. Pero la memoria y la flecha del tiempo se pueden mezclar. La narratividad puede afectar muchísimo al recuerdo de los sucesos pasados,
y el autor lo explica de este modo: tenderemos a recordar con mayor facilidad aquellos hechos de nuestro pasado que encajen en una narración, mientras que tendemos a olvidar otros que no parece que desempeñen un papel causal en esa narración. Una secuencia reconstruida, hará que, a posteriori, parezca que la historia sea mucho más explicable de lo que en realidad era o es.
No vemos un ‘árbol’, sino
un árbol bonito o feo. Sin un esfuerzo muy grande y paralizante no es posible suspender el juicio en la forma de un objeto
Un punto interesante que plantea Nassim en el libro es que si la narratividad hace que veamos
los sucesos pasados como más predecibles, más esperados y menos aleatorios de lo que en realidad eran, entonces deberíamos ser capaces de hacer que nos funcionen también como terapia contra alguna de las espinas de lo aleatorio. Y plantea dos
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