Page 189 - Cómo no escribir una novela
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Y Joe concluyó:
—Y así es como gané mi primer millón de dólares. Si hubiera sabido lo
que me iba a ocasionar…
—Sí, ya se sabe, a más millones más gorrones.
Ambos prorrumpieron en carcajadas. Cuando Joe recuperó el resuello
soltó:
—Mejor tener gorrones que sabañones.
Eso supuso otro aluvión de risas. Elaine se secó las lágrimas y añadió:
—Mejor tener gorrones que tropezarte con los cojones.
Más risotadas.
—¡O tener sabañones en los cojones! —dijo Joe, con lo que Elaine se
partió de risa.
—¡O golondrinos en los cojones! —gritó Elaine, tomándose la revancha
y haciendo que Joe se cayera por los suelos de la risa.
Las carcajadas resonaron y retumbaron por toda la habitación durante
varios hilarantes minutos.
Incluso cuando un chiste es realmente bueno, el que tus personajes se mueran de la risa
hace que esa gracia pierda su chispa. Es como si el autor se jaleara a sí mismo por sus
propias bromas y tiene el mismo efecto que las risas enlatadas de una telecomedia.
Cuando el chiste no hace reír al lector, éste se queda con una sensación de extrañeza
e incomprensión, lo mismo que si los personajes se pusieran a llorar de repente sin que
viniera a cuento o empezaran a romper los muebles sin ningún motivo.
Es mejor ser cauteloso y hacer que un personaje sólo se ría de vez en cuando y tan
sólo un poco. El personaje que se ríe, y esto es lo más importante, no debe estar allí
para demostrar que el chiste es bueno (no te preocupes, ya tendremos una actitud
receptiva), sino para demostrar la buena conexión que hay entre los personajes, o que
se lo están pasando bien, etc.
Los chistes visuales
Cuando el chiste está en cómo lo pintan
Jimmy llegó a la oficina llevando una gorra de béisbol y una camisa de
leñador con unos pantalones a cuadros que no eran los mismos que los de la