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Richard Coleman


















































































































         También está Andrés Calamaro en el primer corte de difusión…



         Andrés es la estrella invitada pero  también estuvo Roly Ureta y Leandro Fresco, además de



         Diego Cariola en batería y Bodie en sintetizadores. Lo de Andrés fue una idea buenísima de Juan



         Blas porque le sonaba su voz en la letra de “Días futuros”. Yo tengo una relación muy buena con



         Andrés pero hacía años que no hacíamos algo juntos. Yo grabé en su disco Vida cruel en 1985,



         que fue uno de mis primeros trabajos profesionales. Andrés grabó en Madrid y en Buenos Aires



         elegimos los momentos que más nos gustaron. Quisimos poner las dos voces juntas y quedaron



         ensambladas muy naturalmente. Son dos voces muy diferentes que congenian perfectamente.








         Conociste a Gustavo Cerati como líder de banda, como instrumentista y como productor.



         ¿Qué podés decir de Cerati como productor?



         Siempre fue maravilloso tenerlo como productor. Fueron las primeras experiencias serias que tuve



         con un productor que trabajara sobre material mío. Eso fue para el segundo disco de Fricción y



         para el primer disco de Los Siete Delfines. Recuerdo que cuando estábamos grabando el primer


         disco de Los Delfines fue muy emocionante porque en ese momento yo pensaba que no iba a



         volver a grabar. Y tenerlo a Gustavo en esa situación fue muy importante. Gustavo siempre fue un



         tipo con ideas muy claras cuando tuvo que producir mi música y yo confié plenamente en él. Sabía



         qué era lo mejor que había que hacer para las canciones. Gustavo sabía cómo tener a todos los



         músicos contentos, era muy hábil en eso también. Me enseñó a tener el sonido antes de entrar al



         estudio, de encontrar el concepto sonoro de cada canción, porque eso podía crecer en el estudio.



         Y lo que siempre admiré de él fue la pasión por la música, la pasión por buscar cosas nuevas que



         veía en Gustavo es algo que siempre tengo presente cuando estoy en un proyecto nuevo. Y la



         excelencia, buscar lo mejor que uno mismo puede dar, que no es la perfección, la perfección va



         en contra del arte, te puede arruinar el proyecto. Son cosas que aprendí trabajando junto a él.








         ¿Recordás tu primer encuentro con él?



         Sí, Gustavo tocaba en una banda de un compañero mío de colegio. Vozarrón, jazz-rock-folklórico.



         Mi amigo era Marcelo Kaplan y tocaban en La Trastienda de Palermo. Teníamos 17, 18 años. Y



         fui a verlo a Marcelo y su guitarrista era un chico de rulos con una SG, un chorus y un Musicman.



         Y una voz increíble en una suerte de una chacarera lenta. Así fue que lo conocí a Gustavo.







         ¿Qué recuerdos tenés como su guitarrista en sus últimas bandas?




         Fueron de las experiencias musicales más importantes de mi vida. Tuve una suerte de epifanía en


         el debut de la banda de Ahí vamos en el Auditorio Nacional de México ante unas 15 mil personas.




         Me di cuenta que yo estaba para interpretar la música de Gustavo. Me sentí como muy involucrado


         en esa historia y no me quedaron dudas que entendía el espíritu de la música de Gustavo, que



         podría sacar algo nuevo de lo que estaba grabado. Si no es repetir siempre lo mismo y en esos



         momentos plenos de escenarios era cuando aparecía algo nuevo. Lográbamos que cada show



         fuese algo especial.
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