Page 6 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
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Nota de los editores
La última parte del siglo XIX desbancó a la novela realista como modo de
expresión dominante. Aquel breve pero convulso periodo de inquietud
cultural fue testigo de la aparición de El extraño caso del doctor Jekyll y Mr.
Hyde, de las novelas de H. G. Wells, del Drácula de Stoker, de los cuentos de
Oscar Wilde y de una proliferación de historias de fantasmas, romances
científicos e historias alternativas. Sabedores de que estaban en una época de
cambios, en las puertas de una nueva edad moderna, muchos escritores se
lanzaron a las especulaciones, las proyecciones y también a las pesadillas. Fue
entonces cuando se consolidó el catálogo de monstruos, que no tardaría en
convertirse en una fórmula estereotipada. Y no fue una época prolífica
solamente en el campo de la ficción; surgieron también los primeros intentos
de sistematización teórica del género, como el ensayo de George MacDonald
«The Fantastic Imagination», que alaba el deseo el hombre de crear mundos
particulares con reglas propias, al tiempo que H. G. Wells sentaba las bases
de una crítica de la ciencia ficción al apellidar su novela La máquina del
tiempo «una invención» (que no «una fantasía»), lo que ancla sus escritos en
el terreno científico de la razón y de la plausibilidad, de lo que en definitiva
podría llegar a suceder.
Con la llegada del modernismo, el deseo de ruptura y de superación del
pasado victoriano se trasladó también a la ficción. Muchas de las estrategias
empleadas hasta entonces se empezaron a considerar formulaicas (toda
creación que en su momento parezca avant-garde termina convirtiéndose en
una fórmula esclerotizada) o ingenuas. Como explica China Miéville en
«M.R. James and the Quantum Vampire», el estallido y las secuelas de la
Primera Guerra Mundial convirtieron los tropos y las imágenes del pasado en
fórmulas inexpresivas incapaces de dar cuenta de los nuevos horrores que
habían azotado a Occidente. El relato fantástico, además, ya no reinaba en las
mejores revistas ni acaparaba la atención de la crítica especializada. En vez de
eso, las historias de terror habían quedado de algún modo arrinconadas en las
revistas pulp del momento, junto a los demás géneros populares que habían
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