Page 7 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
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nacido durante la época victoriana, las historias de detectives, el western.
Aquella época y aquellas revistas fueron los testigos de los relatos de
Lovecraft.
Aunque con ciertos tics heredados de la literatura gótica, las historias de
Lovecraft suponen una ruptura (o superación, o respuesta) con el terror del
siglo XIX. La primera novedad, y la más evidente cuando se piensa en la
ficción lovecraftiana, la encontramos en su teratología: llama la atención la
ausencia de vampiros, de hombres lobo, de fantasmas y de cualquier
monstruo sacado del folclore tradicional. Los monstruos de Lovecraft, apenas
entrevistos y casi siempre detrás del velo del sueño, son una progenie
aberrante nacida de cópulas imposibles. Esa prole monstruosa encapsula la
preocupación del autor por la degeneración de la raza humana, preocupación
que albergaron también los padres victorianos bajo la sombra de la evolución.
Además, a pesar de lo novedoso de su morfología, el monstruo de Lovecraft
sigue siendo fruto del miedo al Otro que ya encarnaba en el pasado: el autor
de Providence utiliza los mismos adjetivos para describir a sus criaturas que
los que usaba en las cartas para referirse a aquella masa de cuerpos
extranjeros que infestaba las calles de Nueva York, por los que tanta
repugnancia sentía. El racismo de Lovecraft crea monstruos cuyo olor y
apariencia bastan para poner a prueba la cordura del hombre.
El horror cósmico de Lovecraft es el horror del abismo y se halla siempre
en las profundidades, ya sean psicológicas, geográficas o geológicas. Incluso
el espacio, como dice Maurice Lévy en su estudio sobre Lovecraft
[3]
(«Lovecraft, a Study in the Fantastic» ), es un abismo invertido donde el
fondo está en lo alto. De ahí que encontremos tantos relatos relacionados de
una u otra forma con la regresión, con el retirar de capas y capas de historia,
personal y colectiva, hasta descubrir aquello que siempre ha estado allí,
enterrado en el abismo de nuestra consciencia o de nuestra civilización. De
ahí también que el Otro pueda ser uno mismo, víctima de una herencia
contaminada de la que no puede escapar. Abundan entre sus historias las
investigaciones genealógicas, como en La sombra sobre Innsmouth, en las
que los personajes empiezan a sospechar de su herencia genética. Y es que las
historias de Lovecraft no se caracterizan por elaborar una narrativa donde
aparezca un elemento perturbador que desestabilice el orden de las cosas: en
el mundo de Lovecraft el terror no lo inspira la intrusión de lo extraño, sino la
súbita comprensión de que el orden de las cosas siempre ha sido secretamente
aterrador.
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