Page 194 - La sangre manda
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[Pausa.]
Esto se está llenando, y tengo que ir ya a mi puerta de embarque, así que
abreviaré. Llamé al señor Bell y me presenté como Carolyn H. Me preguntó
cuál era mi verdadero nombre. Ese fue mi Rubicón, Ralph, y lo crucé. Dije
que me llamaba Holly Gibney y le pregunté si podía ir a verlo. Contestó: «Si
tiene que ver con la explosión en el colegio, y con ese ser que se hace llamar
Ondowsky, lo antes posible».
7
Tras hacer escala en Boston, Holly llega al aeropuerto de Portland poco antes
de las doce del mediodía. Toma una habitación en el Embassy Suites y
telefonea a Dan Bell. El timbre suena cinco o seis veces, lo suficiente para
que Holly se pregunte si acaso el anciano ha muerto durante la noche, dejando
sin respuesta sus preguntas sobre Charles Ondowsky, conocido como Chet.
En el supuesto de que el anciano realmente tenga alguna respuesta.
Cuando se dispone a cortar la llamada, descuelga un hombre. No Dan
Bell, un hombre más joven.
—¿Sí?
—Soy Holly —dice ella—. Holly Gibney. Me gustaría saber cuándo…
—Ah, señora Gibney. Ahora sería un momento idóneo. Mi abuelo tiene
un buen día. De hecho, ha dormido toda la noche después de hablar con usted,
y no recuerdo cuándo lo consiguió por última vez. ¿Tiene la dirección?
—Lafayette Street, número 19.
—Exacto. Yo soy Brad Bell. ¿Tardará mucho en llegar?
—Lo que me cueste encontrar un Uber. —Y comerme un sándwich,
piensa. Un sándwich también estaría bien.
8
Cuando está acomodándose en el asiento trasero del Uber, suena el teléfono.
Es Jerome, que quiere saber dónde está y qué está haciendo, y si puede
ayudarla. Holly le dice que, sintiéndolo mucho, es algo personal. Le asegura
que se lo explicará más tarde si puede.
—¿Tiene que ver con el tío Henry? —pregunta Jerome—. ¿Has ido en
busca de alguna opción de tratamiento distinta? Eso es lo que piensa Pete.
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