Page 204 - La sangre manda
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Brad pulsa la tableta, y la pantalla del gran televisor queda de nuevo en
azul.
Dan se vuelve hacia Holly.
—Ciento treinta y dos muertos en total. ¿Y cuándo ocurrió? El 16 de
diciembre de 1960. Hace sesenta años en tal día como hoy.
Una simple coincidencia, se dice Holly, pero aun así la recorre un
escalofrío, y una vez más piensa que es posible que en este mundo haya
fuerzas que mueven a su antojo a las personas, como hombres (y mujeres) en
un tablero de ajedrez. La confluencia de fechas podría ser una coincidencia,
pero ¿puede afirmar eso mismo acerca de todo lo que la ha llevado hasta esta
casa de Portland, Maine? No, hay una concatenación de hechos que se
remonta hasta otro monstruo llamado Brady Hartsfield. Brady, la razón por la
que ella empezó a creer.
—Hubo un superviviente —informa Dan Bell, arrancándola de su
ensimismamiento.
Holly señala la pantalla azul, como si siguiera proyectándose el noticiario.
—¿Alguien sobrevivió a eso?
—Solo durante un día —precisa Brad—. Los periódicos lo llamaron el
Niño que Cayó del Cielo.
—Pero fue otro quien acuñó la frase —dice Dan—. Por entonces en el
área metropolitana de Nueva York había tres o cuatro canales de televisión
independientes, además de las grandes cadenas. Uno de ellos era el WLPT.
Desapareció hace tiempo, claro, pero cuando algo se filma o graba, es muy
probable encontrarlo en internet. Prepárate para una sorpresa, joven. —Dirige
un gesto a Brad, que pulsa de nuevo la tableta.
Holly aprendió de su madre (con la aprobación tácita de su padre) que las
manifestaciones francas de emoción no solo eran molestas y desagradables,
sino también vergonzosas. Incluso después de años de trabajo con Allie
Winters, suele mantener sus sentimientos embotellados y bien cerrados,
incluso entre amigos. Está con desconocidos, pero, cuando comienza el
siguiente vídeo en la gran pantalla, grita. No puede evitarlo.
—¡Es él! ¡Es Ondowsky!
—Lo sé —dice Dan Bell.
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Solo que la mayoría de la gente diría que no es él, y Holly lo sabe.
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