Page 22 - La sangre manda
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parecería invertir ese dinero caído del cielo en acciones de Apple? Creo que

               esa empresa va a tener mucho éxito en el futuro. Por lo que he oído, el iPhone
               va a enterrar a la Blackberry. En todo caso, no me contestes ahora; primero
               coméntaselo a tu padre.
                    —Lo haré —respondí—. Y ahora mismo voy a su casa. Voy corriendo.

                    —La juventud es una cosa maravillosa —dijo el señor Harrigan—. Es una
               lástima que se malgaste en los niños.
                    —¿Eh?
                    —Lo han dicho muchos, pero fue Shaw quien mejor lo expresó. Da igual.

               Ven  corriendo,  claro  que  sí.  Corre  como  alma  que  lleva  el  diablo,  porque
               Dickens nos espera.





               Corrí los quinientos metros hasta la casa del señor Harrigan, pero luego volví
               andando,  y  en  el  camino  se  me  ocurrió  una  idea.  Una  manera  de
               agradecérselo, pese a que él me había dicho que no tenía por qué darle las
               gracias. Durante nuestra cena cara de esa noche en el Marcel’s, hablé a mi

               padre sobre la propuesta del señor Harrigan de invertir mi dinero caído del
               cielo, y también le planteé mi idea de expresarle mi gratitud con un regalo.
               Sospechaba que mi padre tendría sus dudas, y no me equivocaba.
                    —Déjale  invertir  el  dinero,  por  descontado.  En  cuanto  a  tu  idea…,  ya

               sabes lo que piensa de esas cosas. No solo es el hombre más rico de Harlow, o
               de todo el estado de Maine, si a eso vamos, también es el único que no tiene
               televisión.
                    —Tiene ascensor —observé—. Y lo utiliza.

                    —Porque no le queda más remedio. —A continuación mi padre me sonrió
               —. Pero el dinero es tuyo, y si eso es lo que quieres hacer con el veinte por
               ciento, no seré yo quien se oponga. Cuando te lo devuelva, puedes dármelo a
               mí.

                    —¿De verdad crees que me lo devolverá?
                    —Sí.
                    —Papá, ¿por qué vino a vivir aquí? O sea, esto es un pueblo pequeño.
               Estamos en medio de la nada.

                    —Buena  pregunta.  Házsela  a  él  algún  día.  ¿Qué  tal  si  pedimos  postre,
               derrochador?











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