Page 222 - La sangre manda
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Se sienta a la pequeña mesa junto a la ventana, donde come a dos carrillos
y contempla el anochecer mientras se adueña furtivamente del aparcamiento
del Embassy Suites. Ahí abajo parpadean las luces de un árbol de Navidad,
pero Holly no había sentido menos espíritu navideño en la vida. Hoy el ser
sobre el que está investigando no era más que imágenes en una pantalla de
televisor y espectrogramas en un iPad. Mañana, si todo va como espera
(alberga la esperanza de Holly), se encontrará cara a cara con él. Será
aterrador.
Ha de hacerse; no hay más remedio. Dan Bell es demasiado viejo, y Brad
Bell está demasiado asustado. Este último se he negado en redondo, pese a
que Holly le ha explicado que lo que se proponía hacer en Pittsburgh no
representaría el menor riesgo para él.
—Eso lo desconoces —ha dicho Brad—. Ese ser bien podría tener
telepatía, o vete tú a saber.
—He estado cara a cara con uno —ha contestado Holly—. Si tuviera
telepatía, Brad, yo estaría muerta y él seguiría vivo.
—Yo no voy —ha insistido Brad. Le temblaban los labios—. Mi abuelo
me necesita. Está muy enfermo del corazón. ¿No tienes algún amigo?
Los tiene y uno es un excelente policía, pero aun cuando Ralph estuviera
en Oklahoma, ¿lo haría correr semejante riesgo? Él tiene familia; ella, no. En
cuanto a Jerome…, no. Ni hablar. Pese a que la parte de Pittsburgh de su
incipiente plan en realidad no debería entrañar peligro, Jerome querría
implicarse del todo, y eso sí sería peligroso. Está Pete, pero su socio tiene
escasa imaginación. Accedería, aunque se lo tomaría todo a risa, y si algo
puede decirse de Chet Ondowsky es que de gracioso no tiene nada.
Dan Bell podría haber eliminado al transmutador en su juventud, pero por
aquel entonces se contentaba con observar, fascinado, a ese ser en sus
esporádicas apariciones, como si de un «¿Dónde está Wally?» de las
catástrofes se tratase. Casi sintiendo lástima por él, quizá. Pero ahora las cosas
han cambiado. Ahora el ser ya no se conforma con vivir de las secuelas de la
tragedia, engullendo aflicción y dolor antes de que la sangre se seque.
En esta ocasión la carnicería la ha provocado él y, si queda impune, lo
repetirá. A la próxima el balance de víctimas puede ser mucho mayor, y eso
Holly no va a consentirlo.
Abre el portátil en el simulacro de escritorio que hay en la habitación y
encuentra el e-mail de Brad Bell que esperaba.
«En un adjunto va lo que me has pedido. Procura utilizar este material con
sensatez y, por favor, déjanos al margen. Hemos hecho lo que estaba en
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