Page 103 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
Como sonido de fondo, ella oyó una voz femenina que le preguntaba a Kevin si quería otro vodka con tónica; la respuesta de Kevin se perdió en la cacofonía.
—¿Dónde estás?
—No estoy seguro del nombre de este local. ¡Es una discoteca!
—¿Qué clase de discoteca?
—¡Oh, un sitio al que estos chicos se han empeñado en ir! ¡Nada del otro mundo!
—Me alegro de que te estés divirtiendo.
—¡Habla más alto!
Gabby se llevó los dedos hacia el puente de la nariz y se lo pellizcó suavemente.
—Sólo quería hablar contigo. Te echo de menos.
—Yo también te echo de menos, ¡pero estaré en casa dentro de un par de días! Oye, ahora... —Lo sé, lo sé, tienes que colgar.
—Te llamaré mañana, ¿vale?
—Vale.
—¡Te quiero!
—Yo también te quiero.
Gabby colgó, enojada. Sólo quería hablar con él, pero pensó que debería habérselo imaginado. Las convenciones tenían la capacidad de convertir a los hombres hechos y derechos en adolescentes —ella misma había sido testigo de primera mano en una convención médica a la que había asistido en Birmingham unos meses antes—. Durante el día, las reuniones se sucedían una tras otra con médicos muy serios y entregados a la actividad; por la noche, había visto desde la ventana de su hotel cómo regresaban en grupos, completamente ebrios, y generalmente haciendo el payaso. No había nada de malo en eso. Gabby no creía ni por un momento que Kevin fuera tan estúpido como para meterse en un lío o hacer algo de lo que después tuviera que arrepentirse.
«¿Como besar a otra persona en los labios?»
Retiró la colcha, deseando ser capaz de dejar de pensar en eso. No quería recordar el peso de la mano de Travis sobre su cadera cuando la empujó hacia él y definitivamente no quería pensar en el tacto de sus labios contra los suyos ni en la chispa eléctrica que ese roce le había provocado. Sin embargo, mientras se dirigía a la ducha, se dio cuenta de que había algo más que la incomodaba, algo que no acertaba a atinar. Abrió el grifo y, mientras dejaba correr el agua, no pudo evitar preguntarse si —en el breve instante en que había durado el beso— ella también lo había besado.
Incapaz de volver a quedarse dormido después de la llamada de Stephanie, Travis salió a correr un rato. Después, cargó la tabla de surf en la parte trasera de su furgoneta y condujo hasta el otro lado del puente, hasta Bogue Banks. Tras aparcar en la zona de estacionamiento del hotel Sheraton, asió la tabla y enfiló hacia el agua. No estaba solo; vio a una docena de personas que habían tenido la misma idea que él y saludó a algunos que reconoció. Al igual que Travis, la mayoría no pensaba quedarse mucho rato; las mejores olas llegaban temprano y desaparecerían tan pronto como se retirase la marea. Pero, aun así, era la forma perfecta de empezar el día.
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