Page 119 - En nombre del amor
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CAPÍTULO 13 CAPÍTULO 13
Con el sol cayendo inclemente y el agua de la manguera totalmente helada, a Travis le costaba mucho mantener a Moby quieto en el mismo sitio. La corta correa tampoco parecía ayudar demasiado; el perro detestaba que lo bañaran, lo que a Travis le parecía una ironía, considerando cómo adoraba perseguir las pelotas de tenis que le lanzaba adentro del océano. En dichas ocasiones, Moby saltaba por encima de las olas, remaba con las patas con furia y no mostraba ningún reparo en hundir la cabeza dentro del agua para agarrar entre sus fauces la pelota de tenis que se alejaba arrastrada por el oleaje. Pero si detectaba que Travis abría el cajón donde guardaba su correa, Moby no perdía la ocasión para explorar el vecindario durante horas y normalmente no regresaba hasta que había oscurecido.
Travis estaba acostumbrado a las evasivas de Moby y por eso ocultaba la correa hasta el último instante; entonces la enganchaba al collar de Moby antes de que éste tuviera tiempo de reaccionar. Moby, como de costumbre, le había ofrecido su mejor expresión de «¿cómo has podido hacerme esto a mí?», mientras Travis lo llevaba a rastras hasta la parte trasera de la casa sin hacer caso de su carita de pena.
—Yo no tengo la culpa. Yo no te he dicho que te revolcaras encima de un pescado apestoso, ¿verdad que no?
A Moby le encantaba revolcarse sobre los peces muertos —cuanto más pestilentes fueran, mejor—, y mientras Travis estaba aparcando la moto en el garaje, Moby había trotado contento hacia él, con la lengua fuera, mostrándose absolutamente orgulloso de sí mismo. Travis sólo había sonreído un instante antes de percibir el mal olor y de fijarse en los repugnantes trozos de pescado pegados al pelaje de Moby. Tras darle a Moby una palmadita tentativa en la cabeza, se metió sigilosamente en casa para cambiarse, ponerse unos pantalones cortos y esconder la correa en el bolsillo trasero.
Ahora, con la correa atada a la barandilla de la terraza, Moby no paraba de moverse de un lado a otro, intentando sin éxito no mojarse más de lo que ya estaba.
—Sólo es un poco de agua, niño grandullón —lo regañó Travis, a pesar de que lo cierto era que llevaba casi cinco minutos bañando al perro.
A pesar de que adoraba los animales, no quería empezar a aplicarle el jabón hasta que toda la... «inmundicia» hubiera desaparecido del pelaje. Los trozos de pescado eran repugnantes.
Moby gimió y siguió danzando, tirando de la correa hacia delante y hacia atrás. Cuando finalmente estuvo listo, Travis dejó a un lado la manguera y vertió un tercio de la botella de jabón líquido sobre el lomo de Moby. Lo enjabonó durante unos minutos y lo lavó con agua abundante, entonces olisqueó a su perro y arrugó la nariz. Repitieron el proceso dos veces más y llegados a ese punto Moby ya se había rendido. Con los ojos fijos en Travis y con una expresión abatida, parecía decirle: «¿No te das cuenta de que me he revolcado sobre las vísceras de pescado como un regalo personal para ti?».
Cuando Travis quedó finalmente satisfecho, llevó a Moby hasta otra parte de la terraza y volvió a atarlo. Había aprendido que si lo soltaba inmediatamente después del baño, Moby regresaba a la escena del crimen tan pronto como podía. Su única esperanza era mantenerlo atado el tiempo suficiente como para que se olvidara de su objetivo. Moby se sacudió enérgicamente para librarse
NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
Escaneado por PRETENDER – Corregido por Isabel Luna Página 119


































































































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