Page 125 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
supongo que lo que yo quería era algo diferente. Y eso precisamente es lo que me llevó primero al instituto y luego a la universidad y a Kevin, y al final aquí.
A lo lejos, Moby se puso a ladrar frenéticamente. A continuación, oyeron un ruido de arañazos en la corteza de un árbol. Travis echó un vistazo al imponente roble cerca de los setos y vio que una ardilla trepaba por el tronco. A pesar de que no podía ver a Moby, sabía que estaba dando vueltas alrededor del roble, esperando que el pequeño animal resbalara y cayera del tronco. Al darse cuenta de que Gabby se había girado hacia el ruido, Travis alzó la copa en aquella dirección.
—Mi perro se vuelve loco persiguiendo ardillas. Es como si creyera que ha nacido para ese fin.
—La mayoría de los perros lo hacen.
—¿Molly también?
—No. Su dueña ejerce un poco más de control sobre ella y consiguió frenarle esos impulsos antes de que el problema se le escapase de las manos.
—Comprendo —concluyó Travis con una fingida mueca de seriedad.
Sobre la superficie del agua se iniciaba el impresionante espectáculo del descenso del sol. Dentro de una hora, el río adoptaría una tonalidad anaranjada, pero de momento había algo extraordinario y misterioso en su color dorado. Más allá de la línea de cipreses que bordeaban la orilla, Travis vio un águila pescadora flotando plácidamente sobre la marea y observó la pequeña embarcación pesquera que surcaba las aguas cargada de pescado. El capitán era un hombre tan anciano que podría haber sido el abuelo de Travis, y al pasar los saludó. Travis le devolvió el saludo, luego tomó otro sorbo de vino.
—Con todo lo que me acabas de contar, siento curiosidad por saber si te imaginas a ti misma pasando el resto de tus días en Beaufort.
Gabby reflexionó, con la impresión de que la pregunta era más profunda de lo que realmente parecía.
—Supongo que eso depende —contestó finalmente—. No es un lugar muy animado que digamos, pero, por otro lado, no me parece un mal sitio para criar a los hijos.
—¿Y eso es importante?
Ella se giró hacia él con cierto aire retador. —¿Acaso hay algo más importante?
—No —admitió Travis con un tono pausado—. No hay nada más importante. Yo mismo soy una prueba de que creo lo que digo, porque crecí aquí. Beaufort es la clase de sitio donde un partido de béisbol del equipo local despierta más tema de conversación que la gran final nacional, y me gusta pensar que puedo criar a mis hijos en un lugar donde el pequeño mundo que habitan es todo lo que conocen. Cuando era más joven solía pensar que era el pueblo más aburrido del planeta, pero cuando rememoro mi infancia, me doy cuenta de que me equivocaba, porque cualquier acontecimiento suponía toda una aventura para mí. Nunca me aburría, como les pasa a tantos niños en las grandes ciudades. —Hizo una pausa—. Recuerdo que cada sábado por la mañana iba a pescar con mi padre, y aunque he de admitir que mi padre es el pescador más lamentable que jamás haya conocido, me lo pasaba fenomenal. Ahora comprendo que para él, por lo menos, se trataba de pasar un rato conmigo, y no tengo palabras para expresar lo agradecido que le estoy por el tiempo que me ha dedicado. Me gusta pensar que algún día podré ofrecer las mismas experiencias a mis hijos.
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