Page 183 - En nombre del amor
P. 183
NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
éste se acercó al cristal y, su arrullo le pareció..., en cierta manera familiar. Seguramente todos le dirían que estaba loco, y en parte él reconocería que tenían razón, pero, sin embargo...
Era la misma paloma, por más insólito que pareciera.
La observó sorprendido, extasiado, y al día siguiente, llevó consigo unas rebanadas de pan y esparció migas por la repisa. A partir de entonces, miraba con frecuencia hacia la ventana, esperando que volviera a aparecer la paloma, pero nunca lo hizo. En los días que siguieron a aquella única aparición, Travis se sintió deprimido por su ausencia. A veces, en momentos en que dejaba volar la imaginación, le gustaba pensar que la paloma había venido simplemente para saber cómo estaban y para confirmar que Travis todavía cuidaba de Gabby. Se decía que, o bien ése era el motivo, o bien había acudido para anunciarle que no perdiera la esperanza; que, al final, su decisión había sido correcta.
Sentado en el porche, recordando aquel momento, se maravilló de tener todavía la capacidad de contemplar a sus hijas felices y de poder experimentar tanta alegría él mismo. Ya casi no reconocía aquella sensación de bienestar, de sentir que todo iba bien en el mundo. ¿Acaso la aparición de la paloma había sido una premonición de los cambios que se avecinaban en sus vidas? Supuso que era absolutamente comprensible preguntarse tales cosas y pensó que se pasaría el resto de su vida contando el resto de la historia.
Lo que sucedió fue lo siguiente: un día, a media mañana, transcurridos seis días después de la aparición de la paloma, Travis estaba trabajando en la clínica veterinaria. En una sala había un gato enfermo; en otra, un cachorro de doberman que necesitaba una vacuna. En la tercera sala, Travis estaba cosiendo a un perro —un cruce entre labrador y golden retriever— que se había hecho un corte profundo al cruzar una alambrada. Acabó de darle el último punto de sutura, hizo el nudo y se disponía a explicarle al dueño los cuidados que debía seguir para evitar que la herida se infectara cuando una empleada entró en la sala sin llamar a la puerta. Travis se giró sorprendido ante tal interrupción.
—Es Elliot Harris —anunció ella—. Dice que necesita hablar con usted.
—¿Puedes tomar nota del mensaje? —le pidió Travis, mirando al perro y a su dueño. —Dice que no puede esperar. Es urgente.
Travis se disculpó con el cliente y le pidió a la empleada que acabara de atenderlos. Se dirigió hacia su despacho y cerró la puerta. En el teléfono destacaba una luz intermitente que indicaba que Harris permanecía a la espera.
Ahora, rememorando aquel instante, Travis recordó que no estaba seguro de qué esperaba oír. Sintió, sin embargo, un siniestro presagio mientras se llevaba el auricular a la oreja. Era la primera vez —y la última— que Elliot Harris lo llamaba a la clínica. Intentó mantener la calma, entonces pulsó el botón.
—Hola, soy Travis Parker —dijo.
—Doctor Parker, soy Elliot Harris —dijo el director. Su voz era sosegada y no denotaba ningún estado anímico en particular—. Creo que será mejor que venga ahora mismo a la residencia.
En el corto silencio que siguió, un millón de pensamientos atravesaron la mente de Travis: que Gabby había dejado de respirar, que su estado había empeorado, que ya no quedaba esperanza. En aquel instante, agarró el teléfono con los dedos crispados, como si intentara prepararse para lo que le iban a comunicar a continuación.
—¿Está bien Gabby? —preguntó, con la voz entrecortada.
Escaneado por PRETENDER – Corregido por Isabel Luna Página 183