Page 185 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
por más que lo intentaba, parecía incapaz de concentrarse durante el tiempo necesario como para incluso sentir la emoción que se suponía que debía sentir. El terror le paralizaba la mente por completo. Más tarde, describiría su estado como el de un robot diseñado para sentir la máxima felicidad en un extremo y la más terrible sensación de pérdida en el otro, que se había quedado encallado en el medio, con las piernas a ambos lados, pensando que un simple movimiento erróneo en cualquier dirección podría derribarlo y hacerlo rodar por los suelos.
En la clínica veterinaria, Travis apoyó la mano en el mostrador para mantenerse firme. Madeline rodeó el mostrador con las llaves del coche tintineando en la mano. Él miró a las personas que llenaban la sala de espera, luego a Madeline, y por último fijó la vista en el suelo. Cuando alzó los ojos, sólo pudo repetir exactamente lo que había oído en el teléfono unos momentos antes:
—Ha despertado.
Doce minutos más tarde, después de cambiar de carril treinta veces y de pasarse tres semáforos en ámbar —o quizás incluso en rojo—, Madeline detuvo el coche en seco delante de la entrada de la residencia. Travis no había abierto la boca en todo el trayecto, pero le sonrió en señal de agradecimiento mientras abría la puerta del coche.
El trayecto en automóvil no le había servido para aclarar las ideas. Se sentía completamente eufórico, desbordado de esperanza; sin embargo, al mismo tiempo, no podía zafarse de la sensación de que quizás había interpretado mal el mensaje. Quizá Gabby se había despertado por un instante y ahora volvía a estar en coma; tal vez alguien había interpretado mal la información. Puede que Harris se hubiera referido a alguna condición médica oscura que regeneraba la función cerebral, en vez de lo que parecía más obvio. Cuando se encaminó hacia la entrada, la cabeza le daba vueltas vertiginosamente, vacilando entre la esperanza y la desesperación.
Elliot Harris lo estaba esperando y parecía más sereno de lo que Travis podía llegar a imaginarse a sí mismo el resto de su vida.
—Ya he llamado al médico y al neurólogo, y llegarán en cualquier momento. ¿Por qué no sube a la habitación?
—Gabby está bien, ¿verdad?
Harris, un hombre al que Travis apenas conocía, le puso la mano en el hombro y le dio un empujoncito hacia delante.
—Suba a verla —contestó—. No ha dejado de preguntar por usted.
Alguien abrió la puerta por él —por más que lo intentaba, no conseguía recordar si había sido un hombre o una mujer— y Travis entró en el edificio. Las escaleras estaban al doblar la esquina, justo a la derecha de la puerta, y las subió a grandes zancadas, sintiéndose cada vez más mareado. Al llegar al segundo piso, abrió la puerta y vio a una enfermera y a una empleada de la limpieza que parecían estar esperándolo. A juzgar por sus expresiones emocionadas, Travis dedujo que debían de haberlo visto llegar y querían contarle lo que sucedía, pero no se detuvo y lo dejaron pasar. Al dar el siguiente paso, notó que le flaqueaban las piernas. Se apoyó un momento en la pared para recuperar la compostura, luego dio otro paso hacia la habitación de Gabby.
Era la segunda habitación a la izquierda y la puerta estaba abierta. Cuando se acercó, oyó el murmullo de la gente que hablaba. En la puerta, vaciló un instante, deseando por lo menos
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