Page 184 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
Hubo otra pausa, probablemente sólo un segundo o dos. Una pausa insignificante para cualquiera y, sin embargo, una eternidad para él; así describiría después aquella pausa, pero al oír las dos palabras que sonaron a continuación, el teléfono se le cayó de las manos.
Estaba completamente sereno cuando salió del despacho. Por lo menos, eso es lo que los empleados le dirían más tarde: que su semblante no transmitía ninguna pista de lo que había sucedido. Le dijeron que lo vieron abrirse paso hasta el mostrador del vestíbulo y que era evidente que no se daba cuenta de que todos lo estaban mirando. Todo el mundo, desde el personal de la clínica veterinaria hasta los dueños que habían llevado sus animales a la clínica, sabía que la esposa de Travis estaba en la residencia. Madeline, que tenía dieciocho años y trabajaba de recepcionista, se lo quedó mirando con los ojos abiertos como un par de naranjas cuando él se le acercó. En aquel momento, casi todo el mundo en la clínica sabía que había recibido una llamada desde la residencia. En ese tipo de pequeñas localidades, las noticias corren de forma casi instantánea.
—¿Puedes llamar a mi padre y decirle que venga? —le pidió Travis—. Tengo que ir a la residencia.
—Sí, claro —contestó Madeline. Luego titubeó—. ¿Va todo bien?
—¿Te importaría llevarme en coche? No creo que esté en condiciones de conducir.
—Claro —respondió ella, mirándolo asustada—. Antes permítame que llame a su padre, ¿de acuerdo?
Mientras marcaba el número, Travis se quedó plantado delante de ella, paralizado. La sala de espera se había quedado en silencio; incluso parecía como si los animales se dieran cuenta de que pasaba algo. Travis oyó que Madeline hablaba con su padre como si lo hiciera a distancia; de hecho, apenas era consciente de dónde estaba. Sólo cuando Madeline colgó el teléfono y le dijo que su padre no tardaría en llegar, Travis pareció reconocer el lugar que lo rodeaba. Vio el miedo en la cara de Madeline. Quizá porque era joven y no sabía cómo debía comportarse ante tales circunstancias, se atrevió a hacer la pregunta que todo el mundo parecía querer formular.
—¿Qué ha pasado?
Travis detectó la preocupación y la angustia en todas las caras. Casi todos los que se hallaban presentes lo conocían desde hacía muchos años; algunos desde que era un chiquillo. Unos pocos —la mayoría, empleados— conocían bien a Gabby y, después del accidente, habían pasado un periodo que casi se podría definir de luto. No era de su incumbencia; no obstante, sí que sentían que les incumbía, porque las raíces de Travis estaban allí. Beaufort era el hogar de todos ellos y, al mirar a su alrededor, reconoció en la curiosidad de cada una de aquellas personas un acto de amistad y de consideración hacia él. Sin embargo, no sabía qué decirles. Había imaginado aquel día miles de veces, pero ahora se había quedado completamente en blanco. Podía oír su propia respiración. Si se concentraba mucho, creía que incluso podría escuchar los latidos de su propio corazón; pero sus pensamientos eran demasiado inextricables para hurgar en ellos y aún menos para expresarlos con palabras. No estaba seguro de qué pensar. Se preguntó si había oído correctamente lo que Harris le había comunicado o si todo había sido un sueño; se preguntó si era posible que lo hubiera entendido mal. En su mente, volvió a repasar la conversación, buscando significados ocultos, intentando averiguar la realidad que se escondía detrás de las palabras, pero
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