Page 41 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
un par de días antes, mientras estaban sentados en el sofá, él le había quitado los zapatos mientras bebían una copa de vino.
—¿Qué haces?
—Pensé que igual te gustaría que te masajeara un poco los pies. Supongo que los tienes entumecidos, después de pasarte todo el día de pie.
—Será mejor que primero me los lave.
—No me importa si no están limpios. Y además, me gusta mirar los dedos de tus pies. Son muy monos.
—No tendrás un fetichismo secreto con los pies, ¿eh?
—No, mujer. Lo único es que me gustan tus pies —respondió él, empezando a hacerle cosquillas en los pies, y ella los apartó, riendo a carcajadas.
Un momento después, se estaban besando apasionadamente, y cuando él se tumbó a su lado, le declaró que la quería mucho. Por la forma en que se lo dijo, Gabby tuvo la impresión de que podría considerar la posibilidad de irse a vivir con él, lo cual era bueno. Era la vez que él había estado más cerca de hablar de su futuro en común, pero...
Pero ¿qué? Eso era lo que siempre aguaba la fiesta, ¿no? ¿Era el acto de vivir juntos un paso más hacia delante o sólo una forma de alargar el presente? ¿De veras ella necesitaba que él se le declarase? Gabby se quedó pensativa unos instantes. La verdad era que... sí. Pero no hasta que él estuviera preparado, lo cual la llevaba, inevitablemente, a formularse preguntas que se habían ido gestando cada vez que estaban juntos: ¿cuándo estaría él preparado? ¿Realmente llegaría a estarlo algún día? Y, por supuesto, ¿por qué él no estaba preparado para casarse con ella?
¿Había algo malo en querer casarse en lugar de simplemente irse a vivir con él? Había llegado un momento en que ni tan sólo estaba segura sobre esa cuestión. Es como muchas parejas que han pasado tantos años juntos que tienen la certeza de que acabarán casándose algún día, y al final lo hacen; en cambio otras saben que aún tardarán en casarse, por lo que deciden irse a vivir juntos, y la relación también funciona. A veces, Gabby se sentía como si fuera la única con las ideas claras; para ella, el matrimonio siempre había sido una vaga idea, algo que acabaría por... suceder. Y sucedería, ¿no?
Esos enrevesados pensamientos le provocaron dolor de cabeza. Lo que realmente quería era sentarse fuera en la terraza y saborear un vaso de vino y olvidarse de todo durante un rato. Pero Travis Parker estaba en su terraza, ojeando una revista, por lo que eso no iba a ser posible. Así que, un jueves más, se quedó encerrada dentro de casa.
Cómo deseaba que Kevin no tuviera que trabajar hasta tan tarde, porque de ese modo podrían hacer alguna actividad juntos. Él tenía una reunión a última hora con un dentista que estaba a punto de abrir su consulta y que por eso necesitaba toda clase de seguros. Tampoco era para echarse a llorar —sabía que él se dedicaba en cuerpo y alma al negocio familiar—, pero lo peor de todo era que a la mañana siguiente, a primera hora, Kevin tenía que marcharse con su padre a Myrtle Beach para asistir a una convención, así que no tendría oportunidad de verlo hasta el miércoles siguiente, lo cual significaba que tendría que pasar incluso más tiempo acurrucada como una gallina. El padre de Kevin había abierto una de las compañías de seguros más grandes en la zona este de Carolina del Norte, y, con cada año que pasaba, Kevin iba asumiendo más responsabilidades en la oficina de Morehead City, mientras su padre se preparaba para retirarse del negocio. A veces se preguntaba cómo debía de ser esa experiencia —tener una carrera
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