Page 43 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
momento más tarde y la avistó en la cocina, cerca de la puerta abierta que comunicaba con el garaje.
—¡Está jadeando y vomitando! —explicó ella, visiblemente alterada, mientras se acercaba a su perrita—. Y... tiene algo colgando en...
Travis intervino al instante al reconocer el desprendimiento uterino, con la esperanza de que no fuera demasiado tarde.
—Deja que me lave las manos —dijo rápidamente. Se frotó las manos con brío en el fregadero de la cocina, y mientras se lavaba continuó diciéndole—: ¿Hay alguna forma de conseguir más luz ahí dentro? ¿Una lámpara o algo similar?
—¿No piensas llevarla a la clínica veterinaria?
—Probablemente sí —contestó él, manteniendo el tono de voz bajo—. Pero no ahora. Primero quiero intentar algo. Y lo que necesito es más luz, ¿entendido? ¿Puedes ayudarme?
—Sí, sí..., claro. —Gabby desapareció de la cocina, y regresó un momento después con una lámpara—. ¿Se pondrá bien?
—Dentro de un par de minutos sabré si es grave. —Con las manos alzadas como un cirujano, señaló con la cabeza hacia el maletín que había en el suelo—. ¿Puedes llevarme el maletín hasta el garaje? Déjalo cerca de Molly y busca un enchufe para la lámpara. Tan cerca de Molly como sea posible, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —contestó ella, intentando no perder la calma.
Travis se acercó a la perrita despacio mientras Gabby enchufaba la lámpara, y suspiró aliviado al ver que Molly estaba consciente. Oyó que gemía, lo cual era normal, dada la situación. Acto seguido, centró toda su atención en la masa tubular que se desprendía de su vulva y examinó los cachorros, prácticamente con la certeza de que el alumbramiento había tenido lugar en la última media hora, y pensó que eso era bueno. Menos posibilidades de necrosis...
—¿Y ahora qué? —preguntó Gabby.
—Agarra a Molly y háblale en voz baja. Necesito que me ayudes a calmarla.
Cuando ella se hubo arrodillado, Travis también se colocó al lado de la perrita, escuchando mientras Gabby murmuraba y susurraba palabras de remanso, con la cara pegada a la de Molly. La perrita sacó la lengua para lamer a su dueña, otra buena señal. Travis se puso a examinar el útero con mucha delicadeza, y Molly se encogió instintivamente.
—¿Qué le pasa?
—Es un prolapso uterino. Eso significa que una parte del útero se ha desprendido y se ha desplazado de su lugar. —Palpó el útero, examinándolo con cuidado para ver si había roturas o áreas necróticas—. ¿Ha tenido problemas durante el alumbramiento?
—No lo sé —dijo ella, aturdida—. Ni siquiera sé cuándo ha dado a luz. Se pondrá bien, ¿verdad? Concentrado en el útero, Travis no contestó.
—Abre el maletín. Busca la solución salina. También necesitaré gelatina.
—¿Qué vas a hacer?
—Necesito limpiar el útero, y después lo manipularé un poco. Quiero intentar reducirlo manualmente y, si tenemos suerte, se contraerá solo, por sí mismo. Si no, tendré que llevarla a la clínica para operarla. Preferiría evitar esa opción...
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