Page 42 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
profesional ya marcada desde el día en que empezó a dar sus primeros pasos—, pero suponía que había cosas peores, especialmente porque el negocio iba viento en popa. A pesar de apestar a nepotismo, no se podía decir que Kevin no se ganara el sueldo; por aquella época, su padre pasaba menos de veinte horas a la semana en la oficina, lo cual obligaba a Kevin a trabajar casi sesenta horas a la semana. Con casi treinta empleados, los problemas de dirección eran interminables, pero Kevin poseía una portentosa habilidad para tratar con la gente. Por lo menos, eso era lo que algunos de sus empleados le habían comentado en las dos ocasiones que había asistido a la cena de Navidad de la empresa.
Sí, se sentía muy orgullosa de él; sin embargo, no podía evitar el sentimiento de abandono en noches como aquélla, que le parecían noches perdidas. Quizá podría salir a estirar las piernas un rato a Atlantic Beach, donde podría tomarse una copa de vino mientras presenciaba la puesta de sol. Por un momento, consideró esa posibilidad. Pero cambió de opinión. No pasaba nada si se quedaba sola en casa, pero la idea de beber en la playa sola la hacía sentirse muy desdichada. La gente pensaría que no tenía ni un solo amigo en el mundo, lo cual no era cierto. Tenía un montón de amigas. Lo único que pasaba era que ninguna de ellas se hallaba a menos de ciento cincuenta kilómetros a la redonda, y aquello tampoco le infundía ánimos.
Si saliera con su perrita, sin embargo..., bueno, eso ya era otro cantar. Esa era una práctica completamente normal, incluso saludable. Había necesitado varios días y la mayoría de los analgésicos de su botiquín, pero al final el dolor por culpa de su primer día de ejercicio físico había desaparecido. No había regresado a la clase de Body Pump —los que asistían eran sin lugar a dudas masoquistas—, pero había empezado a mantener una rutina bastante regular en el gimnasio. Por lo menos, en los últimos días. Había ido tanto el lunes como el miércoles, y estaba decidida a buscar un rato libre para ir también al día siguiente.
Se levantó del sofá y apagó el televisor. Molly no estaba cerca, y se encaminó hacia el garaje, pues supuso que la encontraría allí. La puerta del garaje estaba entornada. Cuando entró y encendió la luz, lo primero que vio fueron unas bolitas peludas que no paraban de moverse alrededor de Molly. Gabby soltó un grito de sorpresa; un momento más tarde, sin embargo, empezó a gritar asustada.
Travis acababa de entrar en la cocina para sacar una pechuga de pollo de la nevera cuando oyó los repentinos golpes frenéticos en la puerta de su casa.
—¿Doctor Parker? ¿Travis? ¿Estás ahí?
Sólo necesitó unos instantes para reconocer la voz de Gabby. Cuando abrió la puerta, vio que su vecina lo miraba con cara de susto. Estaba muy pálida.
—¡Ven, por favor! —imploró ella—. ¡Molly no está bien!
Travis reaccionó al instante; mientras Gabby se ponía a correr de vuelta a su casa, él cogió el maletín que guardaba detrás del asiento del pasajero en la furgoneta, el que utilizaba cuando recibía alguna llamada de algún granjero y tenía que desplazarse para examinar animales en las granjas. Su padre siempre había recalcado la importancia de tener a punto un maletín con todo lo necesario y Travis había seguido el consejo a ciegas. En esos momentos, Gabby ya casi había llegado a su puerta, y la dejó abierta, al tiempo que desaparecía dentro de casa. Travis la siguió un
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