Page 145 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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La trágica noche de Santacruz                           135



            Los sueños de Alejandra Centurión antes de marcharse a Estados
            Unidos obligada por su padre, eran regresar a la ciudad amada por
            Euclides, caminar por sus calles, tomada de la mano de él. Lo besaría,
            harían planes para construir un colosal balneario en el Bajo Paraguá
            a orillas de una de las cataratas del Parque Noel Kempff Mercado,
            hablarían de tener al menos cuatro hijos, su aspiración era convertirse
            en la primera dama de la nación.

            Ella ignora que no podrá impedir la muerte del amor de su vida en el
            momento más preciso, porque la traición no tiene precio. Alejandra
            escuchó varias veces a Euclides la frase “El hombre es el arquitecto
            de su propio destino”, y para ella sería “La mujer es la arquitecta de
            su propio destino”, ella reflexionó sobre la frase, ya que todos aspiran
            a ser felices, quieren ser felices, pero no todos lo logran. Unos buscan
            la felicidad en el dinero, la fama y el poder; otros en el estudio, la in-
            vestigación, el trabajo y la familia; otros más en la magia, la cábala,
            el espiritismo.

            Al final, el resultado es el mismo: frustración. “Entonces –se dijo
            Alejandra cuando advirtió que el destino de Euclides estaba en peli-
            gro-, cada persona es dueña de su propio destino, no el arquitecto de
            su destino. Cada persona con el poder de su pensamiento, crea su
            destino.  Mejor es desarrollarse, ser una persona libre, un ser inde-
            pendiente y grande, ¿Qué hizo mal en su vida Euclides? Nada malo,
            ¿Se equivocó? ¿Acaso no fue fiel a las palabras de su padre “El hom-
            bre es el arquitecto de su propio destino”?.
            Ya esa frase naufragará, serán palabras que las arrastró el viento y
            nadie las oyó. Son ya palabras huecas sin valor, porque Euclides se
            esforzó por cumplir sus metas, pero otros confabularon otro destino
            que le costó la vida. Fue fiel a la bendita frase. Euclides advirtió que
            algunos compañeros de estudio se embriagaban asiduamente, otros
            preferían los amores pasajeros, conoció que otros se drogaban, algu-
            nos faltaban continuamente a clases y luego muchos abandonaban
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