Page 315 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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La trágica noche de Santacruz                            305



            -Segundo Chaparro, cuando ayer en la mañana estuve en “El Ras-
            cacielo”,  él la vio llegar, lo saludó y besó apasionadamente al can-
            didato Santacruz… Ahora usted podrá arrepentirse, pero de nada
            sirve, ya cumplió su despiadada misión, su hija es viuda y ya no
            puede hacer nada para levantarlo de su tumba a su futuro yerno.
            Todo se paga en la vida y usted lo pagará caro. Desde hoy su hija
            es como su peor enemiga, debe estar sollozando aún y tal vez esté
            maldiciéndolo. Su hija amaba a ese hombre y usted le destruyó su
            destino. Ahora usted comprenderá que “Barbarroja” era un traidor.
            Chaparro fue otro traidor.

            Capablanca había confiado todo en Bordenave, pero increíblemente
            él no le había mencionado del arribo de su hija, ni nunca llegará a
            saber que “Barbarroja” contrató a Nicolás, Nicolacito y Nicolazón
            para que maten a Euclides Santacruz la noche fatídica del crimen.
            Lástima, pero Bordenave está muerto.

            Alain Centurión se sintió traicionado, pero ya nada se podía hacer,
            Bordenave estaba muerto, fue acribillado por Bailón Reilón. Capa-
            blanca,  por primera vez en su vida sintió un duro golpe en el corazón,
            bebió de un solo trago el vaso de whisky, tuvo intenciones de asistir
            al velatorio del candidato de Arenal, pedir perdón a todos, besar a su
            hija, arrodillarse delante de todos y decirles a todos que lo perdonen
            por todo, pero su orgullo fue más fuerte que su dolor como padre.
            Fue la única vez en su vida que lloró amargamente su destino, se sin-
            tió culpable de todo, se dejó llevar por su recalcitrante orgullo, se
            arrepintió de haber tratado tan despectivamente al único novio de su
            hija, a quien él decía adorarla. Ya no había vuelta que dar, imaginó a
            su hija Alejandra recibiendo condolencias de su madre Adelaida, de
            sus hermanos, de los dirigentes de la sigla Arenal, de los dirigentes cí-
            vicos, de altas autoridades, de diputados y senadores nacionales, menos
            de él. Se imaginó que una bandera tricolor adornaba el féretro de Eu-
            clides Santacruz, diputado electo y candidato presidencial.
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