Page 90 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
P. 90

80                                 La trágica noche de Santacruz



          Luego, el padre de Alejandra pronunció una frase que nadie supo in-
          terpretarla correctamente, es decir, lo que en realidad quiso decir:
          “Ahora soy más prudente y me niego a ser parte de la intimidad de
          los que quiero. Nadie tolera al testigo de sus miserias ocultas”. Eu-
          clides se quedó pensativo e intentó decir una frase oculta, prefirió el
          silencio, mirando a Alejandra se dijo solo para sí mismo: “Nadie más
          que nosotros dos sabemos que nos amamos y sé que es lo mejor, por-
          que de esa manera nadie intentará separarnos jamás”.

          El padre de Alejandra actuaba con total desfachatez y arbitrariedad
          y todos se quedaron mudos, fríos, miraban al hombre con ojos azo-
          rados y tímidos. El hermetismo que reinaba en la sala era asfixiante,
          incómodo, sofocante. Nadie se animó a levantar la voz. Al final, Eu-
          clides intentó hablar otra vez, no se achicopaló, estaba sereno y de-
          mostró que tenía los cojones bien puestos.

          -Pero yo… -dijo Euclides.

          -¡Silencio! Basta -dijo el padre de Alejandra con tono amenazante-,
          esta conversación termina aquí.  Y se marchó dando otro portazo.

          Entonces recién comenzaron a devorar el buffet criollo: comieron
          opíparamente rapi al jugo, majadito de charque con huevo y plátano
          frito, luego les arrimaron picante mixto de gallina criolla con ají de
          lengua, keperí al horno y pastel de gallina, que estaba servido sobre
          la mesa. Todos saborearon el almuerzo sin decir una palabra, se mi-
          raban de reojo y nadie dijo nada de nada sobre el incidente ocurrido.
          Euclides estaba tranquilo, sereno, se sirvió una buena porción de ma-
          jadito y picante mixto. Alejandra estaba un poco callada, perturbada
          y no dijo nada al comienzo, pero al final del almuerzo pidió disculpas
          a todos, sin entrar en detalles ni comentarios.
          Fue aquella vez que Euclides no captó el mensaje de su futuro
          suegro, era un mensaje fatal, claro.
   85   86   87   88   89   90   91   92   93   94   95