Page 95 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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La trágica noche de Santacruz                            85



            -Me he pasado muchas noches pensando en ti –prosiguió ella-, soñé
            mucho. Pero ahora estoy a tu lado y sigo soñando que nunca nos se-
            pararemos.

            -La noche se acaba mi amor –dijo Euclides-, pero mi amor por ti no
            se acabará jamás. Voy a cerrar los ojos para recordar un sueño, un
            sueño largo que no tiene fin, porque en mi sueño te vi siempre a mi
            lado. Esta noche no voy a dormir, y si me duermo despertaré suspi-
            rando que estoy a tu lado.

            Se besaron apasionadamente, los labios de ella refulgían a la luz de
            la luna con una sensualidad que nunca él había experimentado antes.
            Fue la primera y única vez que él sintió un gran placer y bienestar,
            sintió una extraña sensación, sintió felicidad. Se tomaron de las
            manos y se juraron amor eterno, un amor que perdure al tiempo, que
            sea capaz de vencer todos los obstáculos, de remontar las adversida-
            des. Otras parejas también caminaban por la plaza tomados de la
            mano y abrazados. La avenida Velarde iluminada daba la sensación
            de que la Ciudad de los Anillos era idílica, la noche era como estar
            en un paraíso desconocido, caminaron primero por la calle Diego de
            Mendoza, luego la avenida René Moreno hasta la avenida Irala.
            Las luces brillaban con tonos diversos, la soledad de la noche era
            apasionante, era para caminar hacia lo infinito, hacia la felicidad y
            en medio de tanta dicha la pareja ignoraba que esta sería la única
            noche en sus vidas que vivirían una ilusión. Se despidieron con un
            beso largo, eterno, muy largo que no tenía fin y sin advertir que Alain
            Centurión estaba mirándolos.

            Fue el beso más apasionado, fogoso, intenso.

             Al caminar solo por la avenida Irala, Euclides se sintió el hombre
            más feliz de la Tierra, todos sus planes se cumplían al pie de la letra,
            vio otra vez que la noche era apasionante, las luces de la ciudad bri-
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