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Para dar respuesta a esta interrogante, debemos tener en cuenta lo siguiente:
           Lucas quiere contarnos un hecho evidente en las comunidades cristianas de su
           tiempo: el Espíritu Santo, prometido por Jesús, estaba actuando en y por ellas.
           La gente que oía su testimonio se convertía. Las persecuciones confirmaban su
           fe y su decisión de seguir anunciando el Evangelio. Estaba surgiendo, pues, una
           nueva comunidad de hombres y mujeres que vivían como hermanos y herma-
           nas, unánimes en la oración, solidarios en el día a día, pues lo compartían todo, y
           alegres por el Evangelio. Estaban convencidos de estar inaugurando los tiempos
           nuevos prometidos por Jesús.
           ¿Cómo describir esta venida transformadora del Espíritu Santo que dio origen a
           la Iglesia y seguía animando a las comunidades de aquel entonces?
           Los demás autores del Nuevo Testamento hablan de esta realidad, pero ninguno
           de ellos se atrevió a describirla. Lucas lo intenta; pero, ¿cómo lo hace? A Lucas
           no le interesa el cómo y el cuándo. Su narración va más allá de las circunstancias
           concretas en que aquellos hombres y mujeres se sintieron llenos del Espíritu. A
           Lucas le interesa transmitirnos el sentido, el alcance y las consecuencias de la
           venida para aquella comunidad de creyentes y para el mundo entero. Para eso
           construye este relato que conserva su frescura y actualidad dos mil años des-
           pués de haber sido escrito. No sólo narra un hecho del pasado, es decir, la pri-
           mera venida del Espíritu, sino que podría servir de modelo para contar e inter-
           pretar lo que el Espíritu sigue haciendo en las personas y en nuestras comunida-
           des cristianas de hoy.
           En primer lugar, Lucas propone para esta primera venida del Espíritu una fecha
           muy significativa para los judíos: el día en que terminaban las siete semanas de
           celebraciones después de la Pascua, es decir el día cincuenta, que  en  lengua
           griega se dice «pentecostés», un día asociado al recuerdo de la Alianza de
           Dios con el pueblo judío en el monte Sinaí. Éste es el primer mensaje de
           Lucas: la venida del Espíritu inaugura una nueva alianza de Dios con todos los
           hombres y mujeres de la tierra.
           A continuación nos presenta el primer escenario de su narración: la casa donde
           la comunidad estaba reunida en oración desde hacía nueve días con María, la
           madre de Jesús. El Espíritu viene y se apodera de todos ellos.
           ¿Cómo contar un acontecimiento tan extraordinario? Lucas recurre a las imáge-
           nes clásicas usadas en el Antiguo Testamento para describir las intervenciones
           de Dios. Habla de un ruido, como de viento huracanado, que invadió toda la ca-
           sa. La lengua griega usa el mismo término para designar «viento» y «Espíritu».
           Después aparecen como lenguas de fuego que se reparten y se posan sobre cada
           uno de los presentes quienes, llenos ya del Espíritu, comienzan a hablar en len-
           guas extranjeras. Hoy diríamos, en términos modernos, que Lucas nos presenta
           una composición audiovisual para comunicarnos cómo el Espíritu de Dios tomó
           posesión de aquellos hombres y mujeres.


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