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Lucas 24
(Jesús les dijo a los discípulos de Emaús): ¡Qué duros de entendimien-
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to!, ¡cómo les cuesta creer lo que dijeron los profetas! ¿No tenía que
padecer eso el Mesías para entrar en su gloria?
27 Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les ex-
plicó lo que en toda la Escritura se refería a él.
28 Se acercaban al pueblo adonde se dirigían, y él hizo ademán de se-
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guir adelante. Pero ellos le insistieron: Quédate con nosotros, que
se hace tarde y el día se acaba.
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Entró para quedarse con ellos; y, mientras estaba con ellos a la me-
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sa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les
abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
32 Se dijeron uno al otro: ¿No sentíamos arder nuestro corazón mien-
tras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura?
33 Se levantaron al instante, volvieron a Jerusalén y encontraron a los
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Once con los demás compañeros, que afirmaban: Realmente ha resu-
citado el Señor y se ha aparecido a Simón.
36 Estaban hablando de esto, cuando se pre-
sentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La
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paz esté con ustedes. Espantados y tem-
blando de miedo, pensaban que era un fan-
tasma.
38 Pero él les dijo: ¿Por qué se asustan tanto?
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¿Por qué tantas dudas? Miren mis manos y
mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean,
un fantasma no tiene carne y hueso, como
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ven que yo tengo. Dicho esto, les mostró
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las manos y los pies. Era tal el gozo y el
asombro que no acababan de creer.
44 Después les dijo: Esto es lo que les decía cuando todavía estaba con
ustedes: que tenía que cumplirse en mí todo lo escrito en la ley de
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Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió la inteli-
gencia para que comprendieran la Escritura.
Descubran cuántas veces en este texto se hace alusión a las Escrituras, de
parte de Jesús y de los discípulos.
¿Qué efecto estaba provocando en los discípulos la Palabra de Jesús?
Comenten el versículo final: “Les abrió la inteligencia…”.
Probablemente necesitamos que Jesús nos abra no sólo la inteligencia,
sino también el corazón para amar las Escrituras, donde él nos sigue ha-
blando.
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