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2.2 El kerigma en los inicios
         El mismo día de Pentecostés los apóstoles empezaron a predicar a todas las
         gentes. ¿Saben qué era lo más importante que decían?

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           Hechos  2,     32 “A este Jesús Dios lo resucitó y de ello somos testigos.   El
           poder de Dios lo ha exaltado, y él, habiendo recibido del Padre el Espí-
           ritu Santo prometido, lo ha derramado como ahora están viendo y oyen-
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           do…  Sepan pues con plena seguridad todos los israelitas que Dios ha
           constituido Señor y Mesías a este Jesús, a quien ustedes crucificaron.
           37 Estas palabras les llegaron hasta el fondo del corazón, y preguntaron a
           Pedro y a los demás apóstoles:
           ¿Qué tenemos que hacer, hermanos?”
           38 Pedro respondió: “Conviértanse y háganse bau-
           tizar cada uno de ustedes en el nombre de Jesu-
           cristo, para que queden perdonados sus pecados.
           39 Entonces recibirán el don del Espíritu Santo”.
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            Los  que  aceptaron  su  palabra  fueron  bautiza-
           dos, y se les unieron aquel día unas tres mil personas”.

            Descubrir las frases más importantes de la proclamación de Pedro (vv 32-36).
            Cuál es el efecto de esta proclamación (v. 37).

            Qué es primero: ¿el bautismo o la aceptación de fe en el corazón? (v 38.41).

         ¿Qué es lo que “llegó hasta el fondo de esos corazones” y los movió a bau-
         tizarse y hacerse cristianos? DESCUBRIERON A JESÚS Y LE ABRIERON SUS
         CORAZONES POR LA FE.  Comprendieron:
             Que Jesús entregó su vida para salvarnos. No murió sólo por la mal-
               dad de sus enemigos; su muerte no fue un fracaso, sino la máxima
               expresión de amor: nos amó tanto que entregó su vida por salvar-
               nos. Fue capaz de dar la vida, de morir por nosotros, por cada uno.
               San Pablo exclama: “¡Me amó y se entregó por mí!” (Gal 2,20).

             Que  Jesús  ha  resucitado.  Dios no lo dejó en el sepulcro; el Padre
               resucitó al Hijo Amado, colmándolo de vida plena. Por el Bautismo
               nos comparte su Espíritu para que podamos llevar una vida nueva,
               resucitada, ya desde ahora.


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