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HANK
Recuerdos de una pulga
realmente la saboreaba y gozaba
haciéndolo, aunque por lo visto más la
hacía gozar a ella. Mordía suavemente sus
labios vaginales, lamía y chupaba su
clítoris, provocando a cada momento los
gemidos de la monja. Ella movía las
caderas de manera oscilatoria elevando y
bajando su pubis… sus gemidos se hacían
cada vez más intenso y seguidos hasta que
soltó un grito casi apagado, mejor dicho
contenido; era un grito de placer, junto con
ese grito jalaba la cabeza del cura
pegándola a su vagina, como si quisiera
introducirla en ella. El cura continuó con
lo que hacía pero esta vez subiendo por su
cuerpo, lamiendo y besando lentamente el
vientre de ella hasta llegar a sus senos
cuyos pezones introdujo en su boca para
mamarlos, la monja continuaba excitada a
más no poder, de pronto ella hizo un