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4. La fuerza de voluntad
A veces, tener una disposición a hacer algo es fácil, como, por ejemplo, estar dispuesto
a sentirse orgulloso de tu niño después de que él logra algo importante. En otras
ocasiones, la disposición a actuar es muy difícil de lograr, como, por ejemplo, puede
que no te sientas dispuesto a hacer lo que debes hacer, como dar a tu hijo un tiempo
sin atención para desalentarlo de un mal comportamiento sin sentirte avergonzado
ante un gran número de personas que ven lloriquear a su niño.
Los pensamientos y sentimientos, como, por ejemplo, la vergüenza social al qué dirán
frenaban la disposición a actuar en el ejemplo anterior. Frena la meta de manejar las
rabietas de tu hijo, la cual esconde el valor de ejercer tu labor parental de la forma más
óptima posible.
Vemos cómo los sentimientos y pensamientos molestos pueden frenar el progreso
hacia la dirección que más deseamos. Pero ni los pensamientos molestos ni los
agradables representan la voluntad. Los sentimientos relativos a estar dispuesto o
renuente a actuar no representan lo que es la voluntad. La voluntad no es un
sentimiento, es una elección. Trataré de clarificar esta afirmación.
Te puedes sentir dispuesto o no dispuesto a hacer lo que tienes que hacer. Cualquiera
de los dos sentimientos es aceptable, pero podrías «sentirte dispuesto y no actuar», o
«podrías sentirte renuente y elegir actuar de todos modos». Como ves, la voluntad
representa más una elección que un sentimiento. Una cuestión de todo o nada. Un
salto a la acción en la dirección valorada.
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