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Reportaje
sol a echar la partida. Resul- tado: la mujer vive más, cuatro años de media», expone Váz- quez.
PILAR NÓVOA / 82 años, A Conchada: «Llevo un diario y hago versos y canciones. Que- ría ser maestra, pero no pude estudiar. Sé de las cosas del
Consistorio. Si no estoy en el despacho, los vecinos saben dónde encontrarme». Tiene 72 años, pero no piensa en jubi- larse. «Aquí nunca hubo indus- tria, para bien y para mal, así que tampoco hay contamina- ción. Quizá por eso se vive tanto. Los vecinos tienen sus huertos, su ganado... Y el clima
población en los pueblos y al- deas a solo un 6 por ciento. En Soutelo, el pueblo de mis pa- dres, hay tres vecinos en in- vierno. El panadero va allí y vende una barra de pan, 80 céntimos, dos a lo sumo. ¿Le resulta rentable? No, pero mi madre le regala unas berzas, charla con unos y otros, com-
«La comunidad, entendida como la suma del clan familiar y los vecinos, presta apoyo y llega donde no llegan los servi- cios sociales. Pero se está per- diendo, se ha perdido ya en gran medida. Y dudo que los hijos y los nietos de esta gene- ración tan longeva, y que se han marchado a la ciudad, vayan a vivir tantos años bue- nos, activos, a pesar de los avances en medicina o en ali- mentación. Puede que vivan más, ¿pero envejecerán igual de bien? –se pregunta Santos– . Estamos hablando de gente que ha comido toda su vida los alimentos que ellos mismos pro- ducen; que sigue haciendo mantequilla con la leche que da su vaca, a la que alimenta dos veces al día con un pote ca- liente de verduras que no es muy diferente al que comen ellos mismos. Han bebido el agua de los manantiales, han respirado el aire de los montes, no han dejado nunca de traba- jar y, cuando han enfermado, la comunidad los ha cuidado. Creo que estamos ante una ex- cepcionalidad demográfica que se perderá cuando esta genera- ción se extinga. Desde luego, tenemos mucho que aprender de ellos. Porque son los ‘últimos mohicanos’ de una manera de vivir en armonía con el entorno.
   prueba que están bien. Hace un papel social imprescindible. Y la es- tructura social es un fac- tor determinante en la longevidad», asegura.
   campo. Los pueblos se queda- ron sin gente. Y como no hay sembrados tampoco hay pája- ros. Mi marido echa arroz en los caminos para ellos. Nos traji- mos tres gorriones de otro pue- blo. Y a los pocos días vinieron diez, porque les pusimos de comer. Criaron en los hórreos. Cuidamos de todo, hasta de las arañas. Vi una entre las cere- zas, con un dibujo que parecía unaflordelis,ylapuseenun rosal. Y estuvo con nosotros toda la temporada. Tenemos una estufa, pero nos gusta ver arder el fuego en la chimenea. Un piso es una jaula».
El clima y la solidaridad de la gente
José Antonio Pérez es alcalde de Quintela de Leirado, uno de los diez ayuntamientos que componen la comarca de Tierra de Celanova. Lleva como regi- dor desde 1976. «Tengo mi casa a cincuenta metros del
es bueno. Más suave que en la capital. Apenas hay nieblas. Y por la orografía tenemos mu- chas horas de sol. Vemos los primeros rayos en el horizonte y los últimos. La luz marca la jor- nada. En fin, la gente es solida- ria. Todos los vecinos contribuyeron para hacer la ca- rretera. Y acabamos de poner fibra óptica. Se vive bien. No es una vida cómoda, hay que hacer muchas cosas y no da tiempo a acomodarse, pero es tranquila», cuenta.
Esta gente vive muy pocos años malos en comparación con otros ancianos”, comenta un geriatra
«La provincia de Ourense es un ejemplo de desertifica- ción», comenta Xosé Santos, miembro de la asociación Amigos da Terra y buen co- nocedor del medio rural. «En los últimos 30 años se ha pa- sado de un 40 por ciento de
ISAAC PÉREZ Y CA- MILAPINTO/88y82 años, A Bola: «Venimos los jueves al mercado de Celanova a vender los productos de nues- tra huerta. Ya nos cuesta, porque la edad pesa, pero no nos lle- gan las pensiones. Y es una ayuda que tene- mos. Y también es ver- dad que así la cabeza está ocupada pensando lo que vas a llevar para la venta. Y, como cono-
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cemos a la clientela, con todos hablamos. Vendemos berzas, cebollas... Lo que va siendo de temporada», cuenta Camila. «Tuve un ictus y me pasé unos años sin decir ni una palabra. Pero recuperé el habla y aquí estoy», añade Isaac.
La clave: envejecer bien
  9388A Saint-Michel Montréal-Nord (514) 389-8989
   Edición 861 - Del 7 al 12 de febrero del 2020
















































































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