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centro fue establecido en la Zona en 1957, por solicitud del Departamento de Defensa de Estados Unidos y para proveer educación a los zoneítas. "Tenían todo aquí", dice desde el campus. "No necesitaban ir a Ciudad de Panamá".
En efecto, los zoneítas tenían sus propios clubs sociales y equipos deportivos. Había en la Zona cines que proyectaban películas estadounidenses y tiendas en las que se vendían productos procedentes del aquel país.
Los estudiantes de las escue- las secundarias de Balboa y Córdova formaban parte de un equipo de buceo y un coro, además de estudiar biología marina y matemáticas. "Teníamos loros y monos en el patio trasero. Salir allá era como poner un pie en la jun- gla", recuerda Bany. A lo que añade que los habitantes de la Zona no sentían temor cuando sus hijos jugaban en la calle. "Era seguro".
Segregación
Pero no todo era idílico. Du- rante mucho tiempo la segre- gación entre estadounidenses y trabajadores del Caribe en general y de las islas británi- cas fue una realidad en la zona. Existían diferentes servi- cios para unos y otros, los pri- meros "de oro" y los segundos "de plata".
Estos términos hacían referen- cia a la época en la que se construyó la línea de ferroca- rril, en el siglo XIX. Los esta- dounidenses recibieron sueldos más altos, en oro, y los inmigrantes de las islas bri- tánicas más bajos, en plata. La eliminación de la segrega- ción escolar y el Acta de Dere- chos Civiles no se aplicó hasta la década de 1970, casi 20 años después de que fueran implementados en EE.UU. "Nací en el mismo hospital que John McCain, pero él salió es- tadounidense y yo salí pana- meña", señala Yvette Modestín.
El senador McCain, quien fuera candidato presidencial, pasó sus primeros cinco años de vida en Panamá, como hijo de un almirante de la Marina. Por su parte, Modestín creció en la Zona, pero se nutrió de una cultura con raíces pana- meñas y caribeñas.
Ella no tuvo contacto con los zoneítas blancos hasta que se eliminó la segregación de las escuelas. Pero esto no afectó a su educación, asegura. "Conocí enfermeras, médicos, bomberos y profesores negros, por lo que supe que podía convertirme en uno de ellos", explica. "Sabíamos que no po- seíamos lo que tenía la comu- nidad blanca, pero no lo queríamos".
A pesar de ser consciente del brutal racismo sufrido por sus padres y abuelos, se sentía or- gullosa del trabajo que su fa- milia y su comunidad hizo para construir el canal.
Tanto Modestín como Bany re- cuerdan haber participado en la carrera anual de cayucos, en la que los zoneítas rema- ban por el canal durante tres días.
Alta tensión
Pero fuera de la Zona del Canal la tensión era alta. Yvette Modestín fue la primera animadora negra de que la es- cuela secundaria Cristóbal, tras el fin de la segregación escolar.
"La mayoría de los zoneítas no eran conscientes del re- sentimiento que habían em- pezado a provocar entre los panameños", dice Donog- hue.
Mientras los estadouniden- ses vivían con privilegios, los panameños "a veces no po- dían cruzar su país sin el permiso de la policía forá- nea", explica. Esos agentes hablaban otra lengua, el in- glés, y aplicaban otra ley, la estadounidense.
Incluso enviaron a algunos panameños que quebraron
estas leyes a la cárcel admi- nistrada por EE.UU. en la Zona.
Cuando Estados Unidos firmó el contrato para terminar el canal en 1903, el gobierno de Panamá garantizó los dere- chos de aquel país en la Zona del Canal "como si fuera sobe- rano y en perpetuidad".
Mundo
repente todo el mundo se había ido", dice Zach Kunkel, quien nació en 1976. "De un día para otro, quedó claro que todo había cambiado y que no había vuelta atrás".
Las violentas protestas de 1964 contra la Zona causaron la muerte de 21 panameños y cuatro soldados estadouniden- ses.
Márquez, cuya familia también se quedó en Panamá, re- cuerda cómo de los 180 alum- nos de su clase, 160 se marcharon.
El 7 de septiembre de 1977 el presidente de EE.UU., Jimmy Carter, y el jefe de gobierno de Panamá, Omar Torrijos, firma- ron el Tratado Torrijos-Carter, según el cual Estados Unidos se comprometió a devolver a Panamá el control completo del canal el 31 de diciembre de 1999.
Por haber sido residentes de la Zona, su familia tuvo en su momento la opción de comprar uno de los dúplex blancos idénticos del área residencial. Después lo vendieron y se mu- daron a la ciudad.
Ahora aquellas casas lucen de colores y ya no son iguales. Muchos las personalizaron, añadiendo porches y otros ele- mentos, para olvidar la unifor- midad que reinó en otra época en la Zona del Canal.
El 60% de la Zona fue de- vuelta a Panamá en 1979 y, como consecuencia, los hijos de estadounidenses nacidos en aquel área después no fue- ron considerados oficialmente zoneítas por más tiempo.
Pero Panamá también dejó su marca en los zoneítas que re- gresaron a Estados Unidos. Cada año, cientos de ellos se reúnen en Tampa (Florida, EE.UU.).
Edición 856 - Del 1 al 7 de enero del 2020
El Directorio Comercial Latino de Montreal 9
Al terminar la transferencia del control sobre el canal el 31 de diciembre de 1999, la mayoría de los estadounidenses regre- saron a su país.
"Si hubiera sido más mayor, nunca me hubiera ido de Pa- namá", dice Bany, quien tuvo que mudarse con su familia a Tulsa (Oklahoma, EE.UU.). "Era un lugar perfecto".
El éxodo
"Tuve una infancia normal, con amigos del barrio en un bonito vecindario de los suburbios, con césped bien segado. Y de