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critos de equilibrado acento jurídico; cada pe-

               ríodo se ajusta al rigor didáctico; los adjetivos
               no  califican  pugnazmente.  Lo  hacen,  sí,  pero

               con la elegancia “iuris”, que es uno de los atri-

               butos de quienes ejercen imperio intelectual en

               las leyes en Antioquia. Es bueno recoger estos
               documentos para la historia. Ellos son revela-

               dores, igualmente, de cómo ningún sector que-

               daba al margen de las indignidades y atropellos

               que se cometían.
                     La violencia rompió la organización social.

               La persecución y la eliminación constituían la

               regla contra nuestros copartidarios, en el ám-

               bito municipal y veredal. Pedir que se identifi-
               caran en una palestra interna era someterlos a

               los más crueles tormentos. Se cambió el orden

               de la designación: se tuvo que hacer desde arri-

               ba. Se invirtió la cúpula: antes los jefes nacían
               de esas confrontaciones municipales; en ellas se




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