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intelectual; con densidad hominal, quienes, en
la mayoría de las ocasiones, habían ejercido po-
deres políticos durante largo tiempo, o cargos
administrativos, o magistraturas, o apostola-
do permanente de inclinación ideológica. Pues
bien: cuando se reunían, la dictadura los toma-
ba presos. Esto creaba inquietud, temor, dificul-
tades para que operara la precaria organización
que se sostenía contra viento y marea. Frente a
esa fase, el jefe Alberto Lleras indicó una nueva
táctica: los directorios departamentales deben
ser de numerosos miembros de cada localidad.
Se alcanzaban dos efectos: cuando se reunie-
ran, podían constituir una convención depar-
tamental y sus decisiones iban a alcanzar a la
totalidad del partido en su territorio. La políti-
ca se estaba desarrollando en términos casi de
clandestinidad porque no había forma de ha-
cerlo públicamente: ni por la prensa, ni por la
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