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consagraban los locales, los enviados para esco-

            ger los departamentales y los delegados para las
            convenciones nacionales. Ese orden jerárquico

            y popular se rompía. El nombramiento, enton-

            ces, descendía desde las alturas. El partido per-

            dió su antigua organización. Fue inevitable que
            así sucediera frente a la crueldad del Gobierno.

            Aun más: en varios municipios no era posible

            designar, porque su nombramiento era clandes-

            tino: no se conocían entre sí los directivos, y, a
            veces, no tenían oportunidad de adelantar nin-

            guna labor, ni siquiera la defensa de sus copar-

            tidarios. El daño de esa etapa se prolonga sobre

            la República y sobre el partido.
                  En la dictadura se habían presentado de-

            tenciones masivas de los Directorios departa-

            mentales, que generalmente los integraban cin-

            co principales y cinco suplentes. Actuaban los
            primeros. Eran personas de categoría social e




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