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agradable y muy feliz, y que se den cuenta, de los

tremendos cambios que en unos cuantos años han

afectado la vida de tantas personas.
Como dicen en el teatro, tercera llamada vamos a

comenzar. Después de tomar un ligero desayuno,

consistente en café con leche y pan blanco, paso al

baño, me lavo los dientes y hago todo lo de costumbre

y salgo a esperar a mi mamá que aún tiene que hacer

mil cosas. Oigo un grito: “Guiller, vamonos que se

hizo tarde”.Tomándome de la mano y jalándome como
si fuera papalote, bajamos por la calle de Miguel

Ocaranza, raudos como el viento, doblamos en la calle

de Castañeda, a la izquierda está el Manicomio, lugar

que mas adelante va a ser testigo de muchas aventuras,

Cruzamos la vía del tranvía y dos calles después

estamos entrando en el amado recinto donde iniciaré mi

formación: “Kinder Estefanía Castañeda”.
Somos recibidos por Clarita, la conserje, que además

de encargarse del aseo y cuidado de la escuela, se da

tiempo de hacer unas ricas galletitas de limón, naranja

y fresa, que ofrece a cada mamá por la irrisoria

cantidad de 5 centavitos, que posteriormente el niño se

engulle a la hora del recreo, siempre y cuando la mamá

cubra el respectivo importe.

La señorita Conchita, una hermosa maestra que ya

peina pelo cano, con un vestido inmaculado, unas
medias de popotillo y unos zapatos relucientes como el

sol, unas arracadas de oro graciosamente adornan sus