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pequeños oídos y un vistoso camafeo termina dándole

sobre su prominente pecho una elegancia señorial.

Ella es la encargada de recibirme con un tronado beso
que me hace sonrojar, además me hace papachos y me

dice cosas ridículas. Ya seguro dentro de mi salón la

maestra Silvia prepara su material didáctico.

Viene la segunda tanda de besos y de tonterías que lo

único que logran es enfadarme y mortificarme. Por fín

empieza la enseñanza tan esperada, cada niño cuenta

con una mesita de buen tamaño y muy buen gusto en
magnífico estado, tiene palitos de diferentes tamaños,

plastilina, algodón, cartón, crayones, goma para pegar,

una brochita y un pedazo de trapo para limpiar. Ahora

parada frente a nosotros nos invita a que imitemos lo

que va a empezar, poco a poco, a ir tomando la forma

de un borrego, el tiempo pasa volando, suena una

campanita y es la hora de salir a recreo, más
novedades, en el jardín, celosamente custodiado por

todas las maestras encontramos árboles frutales, flores,

una hermosa fuente, una especie de alberca, que en

lugar de agua tiene arena, y unos como ladrillitos que

mas adelante ocuparemos para edificar casas y grandes

castillos.

Termina el recreo y regresamos ansiosos a continuar

aprendiendo nuevas maravillas, abre un mueble que

tiene en la pared, y aparecen diferentes objetos que la
maestra empieza a sacar, y cada cosa que saca la

enseña y la mueve y cada instrumento va sonando