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pequeñas manitas sobre la papelera, cerro sus ojos y
esperó, el maestro dio la vuelta y se paro frente al
pizarrón, con voz entrecortada dijo: “Pueden salir a
recreo, el salón quedo callado, solo estabamos el y yo,
el maestro estiró su mano izquierda y en varias
ocasiones se golpeo fuertemente, luego todo volvió a la
tranquilidad, me acerque le tomé la mano averiada y le
dije: “Con agua caliente y sal mañana estará como
nuevo”. Se agacho, me abrazó y apenas alcancé a oír
que me dijo: “Muchas gracias “.
A partir de ese día, como por arte de magia la varita
desapareció, el maestro Peláez cambió su sistema y
siempre hizo campeones en Aritmética y Geometría.
Ese año en el concurso ínter escolar, el primero y el
segundo lugar lo ocuparon dos alumnos del maestro
Peláez, la varita la encontré dias después partida en
dos, un pedazo fue para Cristiano y el otro fue para mí.