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1. El relato de un encuentro
En este apartado vamos a analizar una de las experiencias más importantes
para los cristianos: el encuentro personal con Jesús.
Nos basaremos en la experiencia que vivieron los apóstoles en sus en-
cuentros con Jesús resucitado. El texto más antiguo que testifica estos
encuentros se halla en 1 Cor 15, 3-8.
Ante todo, yo os transmití lo que había recibido: que Cristo murió por nuestros
pecados según las Escrituras, que fue sepultado y resucitó al tercer día
según las Escrituras, que se apareció a Cefas y después a los Doce; después
se apareció a más de quinientos hermanos de una sola vez: la mayoría viven
todavía, algunos murieron ya: después se apareció a Santiago y después a
todos los apóstoles. Por último se me apareció a mí, que soy como un aborto.
Este texto se escribe unos veinticinco años después de la muerte de Je-
sucristo. Está tan cerca de los hechos acontecidos que sus afirmaciones
son refrendadas por testigos que todavía vivían. Esto garantiza la vera-
cidad de la resurrección de Jesús; de lo contrario, los testigos lo hubieran
ne gado.
Si consultas los Evangelios verás que en ellos se explican diferentes apa-
riciones de Jesús: Mt 28, 1-10; Mc 16, 1-8; Lc 24, 36-52; Jn 21, 1-23, etc.
Hemos elegido como hilo conductor de esta unidad el relato que explica el
Bajorrelieve del siglo XII, Cristo con los encuentro de Jesús resucitado con dos discípulos que, desanimados por
discípulos de Emaús. la crucifixión de su maestro, se dirigían a Emaús, un pueblo cercano a Je-
rusalén.
Aquel mismo día iban dos de ellos camino de una aldea Jesús les dijo: «¡Qué necios y tardos de corazon (son ustedes)
llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén. Iban para creer cuanto dijeron los profetas! ¿No tenía que padecer
comentando todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, eso el Mesías para entrar en su gloria?» Y comenzando por Moi-
Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. sés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda
Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. Él les la Escritura se refería a él.
preguntó: «¿De qué iban conversando por el camino?»
Se acercaban a la aldea adonde se diri gían, y él fingió seguir
Ellos se detuvieron con semblante afligido, y uno de ellos, llamado adelante. Pero ellos le insistían: «Quédate con nosotros, que
Cleofás, le dijo: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que se hace tarde y el día va de caída». Entró para quedarse con
desconoces lo que ha sucedido allí estos días?» ellos; y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo
Preguntó: «¿Qué?» bendijo, lo partió y se lo dio. Se les abrieron los ojos y lo reco-
nocieron.
Le contestaron: «Lo de Jesús Nazareno, que era un profeta po-
deroso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Los Pero él desapareció de su vista. Comentaban: «¿No se abrasaba
sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos ex-
condenaran a muerte, y lo crucificaron. ¡Y nosotros que espe- plicaba la Escritura?»
rábamos que iba a ser él el liberador de Israel! Encima de todo Se levantaron al instante, volvieron a Jerusalén y encontraron
eso, hoy es el tercer día desde que sucedió. Es verdad que unas a los once con los demás compañeros, que afirmaban: «Real-
mujeres de nuestro grupo nos han alarmado; pues, yendo de mente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
madrugada al sepulcro, y al no encontrar el cadáver, volvieron
Ellos por su parte contaron lo acaecido por el camino y cómo lo
diciendo que habían tenido una visión de ángeles que les dijeron
habían reconocido al partir el pan.
que él está vivo. También algunos de los nuestros fueron al se-
pulcro y lo encontraron como lo habían contado las mujeres; Lc 24, 13-35
pero a él no lo vieron.»
TU