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2.2. La violencia y la guerra
Ambos fenómenos son tan antiguos como el ser humano. La historia de la humanidad está profundamente
marcada por la destrucción y la muerte, que son una muestra de esas profundas heridas que el ser humano
lleva en el corazón y que conocemos con el nombre de pecado original.
La violencia
Dentro del ser humano se encuentra un componente de fuerza y de cierta agresividad que le permite superarse y
vencer las dificultades: luchar por su supervivencia, prosperar, combatir las causas que provocan el sufrimiento,
etc. Sin embargo, esta fuerza y agresividad mal encauzadas se pueden convertir en una fuerza destructora e injusta:
la violencia y su peor expresión, la muerte.
Si miras a tu alrededor, reconocerás distintas formas de violencia. Podemos clasificarla de este modo:
• Violencia contra uno mismo: es el caso del suicidio y la mutilación; el consumo de productos nocivos para la
salud o que perturban las facultades mentales del ser humano (drogas, alcohol, adicciones, etc.) la forma de vida
desordenada o autodestructiva debida a la falta de cuidado de nuestro propio cuerpo (exceso de trabajo, comida,
disminución de las horas dedicadas al sueño, etc.)
• Violencia contra los demás: es la que unas personas ejercen sobre otras. La podemos dividir en:
— Agresiones físicas a las personas: delincuencia, terrorismo, atentados racistas, malos tratos, etc.
— Agresiones psicológicas: amenazas; gritos; insultos; provocaciones; mentiras; discriminaciones por razón,
de sexo, raza, religión o condición social, etc.
— Atentados contra los derechos de las personas: las injusticias, el abuso de poder, etc.
• Violencia doméstica: consiste en físico o psicológico (suelen acontecer juntos) contra la propia pareja o hijos en el
seno familiar. Lamentablemente, en nuestro país estos casos son muy frecuentes.
La guerra
El ser humano es el único ser de la Creación que puede matar sin necesidad. Prueba de ello son los esfuerzos que,
en cada época de la historia, ha puesto para perfeccionar los instrumentos que le permiten destruir y matar.
Desde las primeras armas: piedras, palos, arcos y flechas; pasando por los cañones y las ametralladoras; y, en los
últimos tiempos, con las armas biológicas, químicas y nucleares, el ser humano ha alcanzado una ilimitada capacidad
de exterminar y arrasar.
— Las causas que originan las guerras están siempre relacionadas con la injusticia: el egoísmo, el orgullo y el deseo
de dominio; la envidia y la desconfianza que existen entre las personas; desigualdades en el orden económico
y social; discriminaciones entre personas de diferente raza, cultura, religión, etc.
— Las consecuencias de la guerra son: la muerte, el dolor, la destrucción, el hambre, la pobreza, etc.
• Fundamentación cristiana
Ante estas manifestaciones de violencia y guerra, la Iglesia afirma la llamada divina al hombre a hacerse
cargo del mundo en que se encuentra para perfeccionarlo a través de una justa convivencia que dé lugar
a la “civilización del amor” (Pablo VI). El ambiente de convivencia propio de las personas humanas es la paz
que brota de la justicia entre los hombres. Por ello, la guerra no es el medio adecuado para resolver las di-
ferencias o conflictos entre las naciones. Bajo ningún concepto es moralmente aceptable la agresión bélica
de un pueblo contra otro; a diferencia de la defensa propia ante la agresión externa en cuyo caso es una
obligación moral la legítima defensa ante el agresor que amenaza injustamente la paz.
La paz es un derecho de cada hombre que resume todos los derechos humanos, co-
menzando por el derecho a la vida misma, porque la paz es consecuencia de que el hombre
está bien dirigido hacia el fin de su propia naturaleza; por lo cual requiere de este derecho
en forma fundamental e inalienable para perfeccionarse como persona.
Card. Juan Luis Cipriani, Catecismo de Doctrina Social. p. 256.
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