Page 67 - Vida de San Agustín_Neat
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CAPÍTULO DIECISIETE
E
ste no es el final de esta apasionada vida. Antes
tuvo que pasar por otras luchas que lo marcaron.
Un día en medio de tanto sufrimiento, sin saber qué
hacer mientras estaba en el jardín de la casa acompañado de
Alipio, disimuladamente se separó de él, se fue corriendo lo
más largo que pudo y, sin contener el llanto, se tiró debajo de
una higuera a llorar como un niño desconsolado. Allí tendido
sobre el césped, bajo la sombra de la higuera, solo estaba él
y su desesperación; llanto y lágrimas transformaban su alma.
En esas estaba cuando escuchó la voz de unos niños que
cantaban: “toma y lee, toma y lee”; como un juego de niños
que él nunca había oído. Tampoco había niños allí cerca. Él
reaccionó y entendió que Dios le estaba dando un mensaje;
corrió hacia un códice de San Pablo que estaba en el banco
junto a Alipio, y el primer escrito que vio fue un llamado a
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