Page 24 - Crepusculo 1
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Alcé la vista y le vi esbozar una sonrisa burlona tan arrebatadora que sólo pude
contemplarle como una tonta.
—Puedo empezar yo si lo deseas.
La sonrisa de Edward se desvaneció. Sin duda, se estaba preguntando si yo era
mentalmente capaz.
—No —dije, sonrojada——, yo lo hago.
Me lucí un poquito. Ya había hecho esta práctica y sabía qué tenía que buscar. Debería
resultarme sencillo. Coloqué la primera diapositiva bajo el microscopio y ajusté rápidamente
el campo de visión del objetivo a 40X. Examiné la capa durante unos segundos.
—Profase —afirmé con aplomo.
— ¿Te importa si lo miro? —me preguntó cuando empezaba a quitar la diapositiva.
Me tomó la mano para detenerme mientras formulaba la pregunta.
Tenía los dedos fríos como témpanos, como si los hubiera metido en un ventisquero
antes de la clase, pero no retiré la mano con brusquedad por ese motivo. Cuando me tocó, la
mano me ardió igual que si entre nosotros pasara una corriente eléctrica.
—Lo siento —musitó y retiró la mano de inmediato, pero alcanzó el microscopio. Lo
miré atolondrada mientras examinaba la diapositiva en menos tiempo aún del que yo había
necesitado.
—Profase —asintió, y lo escribió con esmero en el primer espacio de nuestra hoja de
trabajo. Sustituyó con velocidad la primera diapositiva por la segunda y le echó un vistazo por
encima.
—Anafase —murmuró, y lo anotó mientras hablaba.
Procuré que mi voz sonara indiferente.
— ¿Puedo?
Esbozó una sonrisa burlona y empujó el microscopio hacia mí.
Miré por la lente con avidez, pero me llevé un chasco. ¡Maldición! Había acertado.
— ¿Me pasas la diapositiva número tres? —extendí la mano sin mirarle.
Me la entregó, esta vez con cuidado para no rozarme la piel. Le dirigí la mirada más
fugaz posible al decir:
—Interfase.
Le pasé el microscopio antes de que me lo pudiera pedir. Echó un vistazo y luego lo
apuntó. Lo hubiera escrito mientras él miraba por el microscopio, pero me acobardó su
caligrafía clara y elegante. No quise estropear la hoja con mis torpes garabatos.
Acabamos antes que todos los demás. Vi cómo Mike y su compañera comparaban dos
diapositivas una y otra vez y cómo otra pareja abría un libro debajo de la mesa.
Pero eso me dejaba sin otra cosa que hacer, excepto intentar no mirar a Edward... sin
éxito. Lo hice de reojo. De nuevo me estaba observando con ese punto de frustración en la
mirada. De repente identifiqué cuál era la sutil diferencia de su rostro.
— ¿Acabas de ponerte lentillas? —le solté sin pensarlo.
Mi inesperada pregunta lo dejó perplejo.
—No.
—Vaya —musité—. Te veo los ojos distintos.
Se encogió de hombros y desvió la mirada.
De hecho, estaba segura de que habían cambiado. Recordaba vividamente el intenso
color negro de sus ojos la última vez que me miró colérico. Un negro que destacaba sobre la
tez pálida y el pelo cobrizo. Hoy tenían un color totalmente distinto, eran de ocre extraño, más
oscuro que un caramelo, pero con un matiz dorado. No entendía cómo podían haber cambiado
tanto a no ser que, por algún motivo, me mintiera respecto a las lentillas. O tal vez Forks me
estaba volviendo loca en el sentido literal de la palabra.
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