Page 64 - Manolito Gafotas
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repartir cartas. Nadie se explicaba por qué. Fuimos diez niños los que tuvimos
nuestro sobre: Yo, El Orejones, la Susana, Arturo Román, Jessica la ex gorda,
Paquito Medina y otros cuatro que no conoces. La sita dijo por fin:
—Sois tan tontos que no sabéis ni copiar.
Resultó que la sita nos había pillado. Resultó que Paquito Medina tuvo un fallo
mortal y se equivocó de pregunta, en vez de escribir sobre los estados líquidos y
los gaseosos, escribió sobre las capas de la atmósfera, ya sabes, la estratosfera
entre otras.
Paquito Medina se había equivocado y los demás éramos tontos, lo dijo la sita
Asunción. Y quería que nuestros padres se enteraran de que, por no saber, no
sabíamos ni copiar. Por primera vez, se enfadó con Paquito Medina porque,
según mi sita Asunción, dejarse copiar también es de tontos, y que un niño tan
listo se equivocase de pregunta era imperdonable. Paquito Medina ha perdido
puntos, la Academia Sueca ya no le concederá este año el premio Nobel.
Lo más gracioso es que Yihad había aprobado, a veces la vida tiene sorpresas
tan desagradables como ésa. Menos mal que sólo sacó un seis, dice Yihad que los
mocos no le dejaron ver las letras. Que se fastidie.
El Orejones y yo íbamos de vuelta a casa con la carta en nuestra cartera. Hay
veces que las cartas pesan como el acero puro, sobre todo cuando llevan malas
noticias. El Orejones no tenía tanto miedo como yo, porque como su madre está
separada de su padre y se siente culpable de todo lo que le salga mal al Orejones,
casi nunca le regaña, así que al Orejones los ceros le entran por un oído y le
salen por el otro.
Pero yo siempre me la cargo, de mí nadie tiene piedad ni compasión. Ya
estaba sintiendo la colleja que me iba a dar mi madre. Cómo me dolía. Menos
mal que mi padre llega tan tarde por las noches y está tan cansado que no tiene
ganas ni de regañarme. Por eso me gusta que mi padre sea camionero. Si
trabajara en una oficina, como el padre de Susana, llegaría a las cinco de la tarde
con energías para echarle la bronca a un regimiento. De todas formas me basta
y me sobra con mi madre. Mi abuelo la llama la Coronela, pero se lo llama a sus
espaldas porque a la cara no se atreve. Por algo es la Coronela.
Paquito Medina nos alcanzó al Orejones y a mí. Estaba tan fresco:
—A mí también me ha dado un sobre la sita Asunción.
Lo enseñaba como si fuera un diploma.
—¿Y qué pasa, es que al único que le riñen en su casa es a mí? —eché a
andar pisando el suelo con rabia; estaba hasta las narices de mis amigos.
Paquito Medina corrió otra vez para alcanzarme:
—¡Manolito! A mí también van a reñirme.
—No me lo creo —cómo iba a creer a un tío que te dice que le van a reñir y