Page 60 - Manolito Gafotas
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—Pienso copiarte porque no tengo N.P.I.
        Nosotros decimos N.P.I. Desde que un día dijimos « Ni puñetera idea»  y nos
      oyó  la  maestra,  nos  dimos  cuenta  de  que  la  palabra  puñetera  es  mejor  no
      pronunciarla dentro de los muros de mi colegio. El Orejones va y me contesta:
        —Pues tendremos que copiar del de delante porque yo tampoco tengo N.P.I.
        La verdad es que copiar del Orejones era una tontería, nunca pone nada en
      los exámenes y si pone, es que me lo copia a mí.
        Antes de que entrara la señorita hicimos una encuesta y ni los de delante ni
      los de atrás ni los del techo sabían nada. Esa mañana el mundo mundial estaba
      N.P.I. Nuestra única salvación se llamaba Paquito Medina.
      Paquito Medina vino nuevo este año, no llegó el primer día de clase sino un mes
      después. La sita Asunción nos avisó:
        —Mañana  va  a  venir  un  niño  nuevo,  se  llama  Paquito  Medina  y  no  le
      preguntéis por su padre porque no tiene.
        Nos quedamos muy impresionados pensando en lo que nos acababa de decir
      la sita. Al cabo de medio minuto se atrevió a preguntar Yihad:
        —¿Y por qué no tiene?
        —Porque se ha muerto.
        —¿Hace  mucho?  —preguntó  Óscar  Mayer.  (Sólo  se  llama  Óscar,  lo  de
      Mayer se lo hemos puesto nosotros por las salchichas.)
        —Hace dos meses.
        —¡Hace dos meses! —exclamamos todos a coro como si hubiéramos estado
      entrenándonos durante veintisiete días.
        —¿Y por qué se murió? ¿Era muy viejo? —esto lo dijo Arturo Román, que
      dice mi señorita que siempre está en su mundo.
        —¿Cómo va a ser muy viejo si era el padre de Paquito Medina? —dijo la
      Susana.
        —¿Es que tú conoces a Paquito Medina? —dijo Yihad, que a veces parece
      tonto.
        —No lo he visto en mi vida —le contestó la Susana.
        —Se moriría de una enfermedad incurable —dije yo, que siempre me pongo
      en lo peor.
        —Se murió de un ataque al corazón —la sita Asunción no estaba por la labor
      de dar muchas explicaciones.
        —¿Y estaba solo cuando le dio el ataque al corazón? —preguntó el Orejones
      que quiere saberlo todo hasta el final.
        —No lo sé, vamos a empezar con la clase.
        —A un amigo de mi padre le dio un ataque al corazón, se lo llevaron muerto
      al  hospital  y  en  el  hospital  le  hicieron  revivir  con  unos  electrodos  que  habían
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