Page 115 - Frankenstein
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dad natal aminoré la marcha. Apenas si podía
soportar el cúmulo de pensamientos que se me
agolpaban en la mente. Revivía escenas familia-
res de mi juventud, escenas que no había visto
hacía casi seis años. ¿Qué cambios habría habi-
do en ese tiempo? Se había producido de repen-
te uno brusco y desolador; pero miles de pe-
queños acontecimientos podían haber dado
lugar, poco a poco, a otras alteraciones, no por
más tranquilas menos decisivas. Me invadió el
miedo. Temía avanzar, aguardando miles de
inesperados e indefinibles males que me hacían
temblar.
Me quedé dos días en Lausana, sumido en es-
te doloroso estado de ánimo. Contemplé el la-
go: sus aguas estaban en calma, todo a mí alre-
dedor respiraba paz y los nevados montes, «pa-
lacios de la naturaleza», no habían cambiado.
Poco a poco, el maravilloso y sereno espectácu-
lo me restableció, y proseguí mi viaje hacia Gi-
nebra.