Page 174 - Frankenstein
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lentitud, pero su luz alumbraba lo que había
   alrededor, y volví a salir en busca de bayas.
   Aún tenía frío, cuando debajo de un árbol en-
   contré una enorme capa, con la que me cubrí, y
   me senté de nuevo. No tenía ninguna idea cla-
   ra, todo estaba confuso. Era sensible a la luz, al
   hambre, a la sed y a la oscuridad; me llegaban
   incontables sonidos y múltiples olores. Lo único
   que distinguía con claridad era la brillante luna,
   en la que fijé mis ojos con agrado.
     Se sucedieron varios cambios de días y no-
   ches, y la esfera nocturna había menguado con-
   siderablemente cuando empecé a distinguir mis
   sensaciones una de la otra. Paulatinamente,
   comencé a percibir con claridad el cristalino
   arroyo que me proporcionaba agua, y los árbo-
   les que me protegían con su follaje. Me sentí
   muy contento cuando por primera vez descubrí
   que el armonioso sonido que con frecuencia
   regalaba mis oídos procedía de las gargantas de
   los pequeños animalillos alados que a menudo
   me habían interceptado la luz. Empecé también
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