Page 179 - Frankenstein
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todo lo que hasta entonces había visto. Pero
estaba encantado con la cabaña: aquí no podía
entrar ni la nieve ni la lluvia; el suelo estaba
seco, y me pareció un refugio tan delicioso y
exquisito como les debió parecer el Pandemo-
nio a los demonios del infierno después de sus
sufrimientos en el lago de fuego. Avidamente
devoré los restos del desayuno del pastor: pan,
queso, leche y vino, pero éste último no me
gustó. Luego, vencido por el cansancio, me
tumbé en un montón de paja y me dormí.
Era mediodía cuando me desperté; y, atraído
por el calor del sol, que hacía brillar la nieve,
me decidí a reemprender mi viaje; metí lo que
quedaba del desayuno en un zurrón que encon-
tré, y emprendí camino campo a través durante
algunas horas, hasta que al anochecer llegué a
una aldea. ¡Qué hermosa me pareció! Las caba-
ñas, las casitas más limpias y las haciendas atra-
jeron por turno mi atención. Las verduras en los
huertos, y la leche y queso colocados en las ven-
tanas, me abrieron el apetito. Entré en una de