Page 286 - Frankenstein
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comprensiva para con el hombre que aquellos
   que pueblan el glaciar o que se refugian en las
   cimas inaccesibles de las montañas de nuestro
   país.
     ¡Clerval!, ¡amigo del alma!, incluso ahora me
   llena de satisfacción recordar tus palabras y
   dedicarte los elogios que tan merecidos tienes.
   Era un ser que se había educado en «la poesía
   de la naturaleza». Su desbordante y entusiasta
   imaginación se veía matizada por la gran sensi-
   bilidad de su espíritu. Su corazón rezumaba
   afecto, y su amistad era de esa naturaleza fiel y
   maravillosa que la gente de mundo se empeña
   en hacernos creer que sólo existe en el reino de
   lo imaginario. Pero ni siquiera la comprensión y
   el cariño humanos bastaban para satisfacer su
   ávida mente. El espectáculo de la naturaleza,
   que en otros despierta simplemente admira-
   ción, era para él objeto de una pasión ardiente:


     La sonora catarata
     Le obsesionaba como una pasión: la erguida roca,
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