Page 309 - Frankenstein
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venía ahora a comprobar mis progresos y a re-
   clamar el cumplimiento de mi promesa.
     Al mirarlo, vi que su rostro expresaba una in-
   creíble malicia y traición. Recordé con una sen-
   sación de locura la promesa de crear otro ser
   como él, y entonces, temblando de ira, destrocé
   la cosa en la que estaba trabajando. Aquel en-
   gendro me vio destruir la criatura en cuya futu-
   ra existencia había fundado sus esperanzas de
   felicidad, y, con un aullido de diabólica deses-
   peración y venganza, se alejó.
     Salí de la habitación, y, cerrando la puerta, me
   hice la solemne promesa de no reanudar jamás
   mi labor. Luego, con paso tembloroso, me fui a
   mi dormitorio. Estaba solo; no había nadie a mi
   lado para disipar mi tristeza y aliviarme de la
   opresión de mis terribles reflexiones.
     Pasaron varias horas, y yo seguía junto a la
   ventana, mirando hacia el mar, que se hallaba
   casi inmóvil, pues los vientos se habían calma-
   do y la naturaleza dormía bajo la vigilancia de
   la  silenciosa  luna.  Sólo  unos  cuantos  barcos
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