Page 310 - Frankenstein
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pesqueros salpicaban el mar, y de vez en cuan-
do la suave brisa me traía el eco de las voces de
los pescadores que se llamaban de una barca a
otra. Sentía el silencio, aunque apenas me daba
cuenta de su temible profundidad; hasta que de
pronto oí el chapoteo de unos remos que se
acercaban a la orilla, y alguien desembarcó cer-
ca de mi casa.
Pocos minutos después, oí crujir la puerta,
como si intentaran abrirla silenciosamente. Un
escalofrío me recorrió de pies a cabeza; presentí
quién sería, y estuve a punto de despertar a un
pescador que vivía en una barraca cerca de la
mía; pero me invadió esa sensación de impo-
tencia que tan a menudo se experimenta en las
pesadillas, cuando en vano se intenta huir del
inminente peligro y los pies rehusan moverse.
Al poco oí pisadas por el pasillo; se abrió la
puerta y apareció el temido engendro. La cerró,
y, acercándoseme, me dijo con voz sorda:
––Has destruido la obra que empezaste; ¿qué
es lo que pretendes? ¿Osas romper tu promesa?