Page 226 - Frankenstein
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nía entre mis protectores y con las necesidades
que tan agudamente sentía nacer en mí.
Werther me parecía el ser más maravilloso de
todos cuantos había visto o imaginado. Su per-
sonalidad era sencilla, pero dejaba una profun-
da huella. Las meditaciones sobre la muerte y el
suicidio parecían calculadas para llenarme de
asombro. Sin pretensiones de juzgar el caso, me
inclinaba por las opiniones del héroe, cuyo sui-
cidio lloré, aunque no comprendía bien.
En el curso de mi lectura iba efectuando nu-
merosas comparaciones con mis propios senti-
mientos y mi triste situación. Encontraba mu-
chos puntos en común, y, a la vez, curiosamen-
te distintos, entre mí mismo y los personajes
acerca de los cuales leía y de cuyas conversa-
ciones era observador. Los compartía y en parte
comprendía, pero aún tenía la mente demasia-
do poco formada. Ni dependía de nadie ni es-
taba vinculado a nadie. «La senda de mi partida
estaba abierta», y nadie me lloraría. Mi aspecto
era nauseabundo y mi estatura gigantesca.