Page 228 - Frankenstein
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desconocidos y mayores campos de acción. Por
él supe de hombres dedicados a gobernar o a
aniquilar a sus semejantes. Sentí que se reafir-
maba en mí una tremenda admiración por la
virtud y un inmenso odio por el crimen, en la
medida en que entendía el alcance de esos tér-
minos, que en aquel entonces se refería tan sólo
al placer y al dolor. Influido por estos senti-
mientos, fui, pues, aprendiendo a admirar a los
estadistas pacíficos, Numa, Solón y Licurgo
más que a Rómulo y Teseo. La vida patriarcal
de mis protectores colaboraba a que estos sen-
timientos arraigaran en mí. Quizá de haber ve-
nido mi presentación a la humanidad de la ma-
no de un joven soldado ávido de batallas y glo-
ria, mi manera de ser fuera ahora otra.
Pero El paraíso perdido despertó en mí emocio-
nes distintas y mucho más profundas. Lo leí, al
igual que los libros anteriores que había encon-
trado, como si fuera una historia real. Conmo-
vió en mí todos los sentimientos de asombro y
respeto que la figura de un Dios omnipotente